Dos días estuvo inconsciente,
a cubierto en aquella tienda dónde un licántropo con forma de hombre la cuidaba
día y noche. Salía a cazar cuando tenía hambre y tan sólo se alejaba de allí
cada anochecer, cuando su cuerpo aullaba con libertad a la luna y él luchaba
por dominar a la bestia que llevaba dentro.
Cuando despertó al amanecer
del tercer día, le vio allí sentado. Sus ojos cerrados, su respiración calmada
y el pequeño recipiente de incienso que humeaba a su vera fueron detalles
suficientes para saber que rezaba en silencio. Quizá por él… quizá por ella…
nunca lo supo.
Debió sentirla pues abrió
ambos ojos y la miró serio.
- Ya era hora – ella sonrió, aunque nunca
hubiese pensado que sonreiría en una situación así.
- ¿Qué ha pasado?
- Larms te mordió – Isazara volvió a revivir
lo sucedido y sintió nauseas.
- Entonces soy…
- No – sentenció y se incorporó, decidido a
salir de la tienda.
- ¿No? – corrió la suave tela que hacía las
veces de puerta y se quedó allí, sin mirarla.
- Parece que has tenido suerte. La herida se
está cerrando, debes descansar.
Se marchó sin dejarla decir
nada más.
Los días fueron pasando, las
noches llegaron a su fin, ella mejoró y él creyó oportuno regresar. Saldría a
cazar algo aprovechando la llegada de la luna, y tras la cena, partirían.
Una vez sola, Isazara se quedó
mirando el techo, pensativa.
No era la primera vez que lo
había pensado. Aquella noche, en el bosque, estuvo a punto de pedírselo.
- ¿Acaso quieres ser débil siempre?
- No…
- Pues entonces entrena, aprende y supérate.
- No quiero ser débil… ni quiero ser la
presa…
“Quiero ser como tú” Esas debieron ser sus siguientes palabras, eso
fue lo que quiso decirle. Pero no lo hizo porque estaba convencida de que él no
la creería preparada.
¿Realmente quería esa vida?
¿Quería ese don? Málar se lo había arrebatado ahora de las manos, de la sangre…
¿Por qué? ¿No la creería digna?
Se incorporó al encontrar la
respuesta, y aquella idea le rondó la cabeza durante una dekhana.
Una noche de luna llena, le
encontró sentado en un árbol, esperando la llamada de los suyos. Tan sólo
desvió levemente la mirada al escucharla… aunque seguramente haría mucho que
sabía que iba hacia él.
- Vete, no quiero que me veas cambiar.
- No me importa…
- Pero a mí sí. Vete.
- No – resopló.
- ¿Tan incapaz eres de seguir una orden?
- ¿Si lo hiciera con qué ibas a regañarme
entonces? – él meneó la cabeza, aunque sonrió.
Isazara se hubiese quedado
allí, sentada a su lado esperando el cambio, hablando con él, escuchando su
voz, sus relatos… se hubiera quedado allí todo el tiempo que hubiesen querido…
pero tiempo, precisamente, no tenía.
- Marcus… ya lo he entendido.
- ¿Mh?
- Hace tiempo que quiero hacerlo, pero nunca
he encontrado el momento oportuno – él enarcó una ceja, perdido – Lo sucedido
con Larms significa algo. Una señal de que tengo la opción de elegir.
- Para, para, para…
- No, escúchame. Málar me da la oportunidad
de gozar del don que os dio a vosotros, pero si no me he transformado ha sido
porque no desea que sea algo impuesto. No desea que mi don sea fruto del odio o
la venganza – la miró incrédulo – Creo que si no me he convertido es porque
quiere que elija.
- Isazara…
- Me dijiste que no querías que fuese así…
que esperabas que te lo pidiera.
- Isazara…
- Te lo pido.
Silencio, sólo hubo eso entre
ellos durante unos minutos, mirándose a los ojos, quizá igual de decididos como
sorprendido.
- Sólo a ti. Pues no quiero que sea ningún
otro. No quiero que sea un Larms encolerizado, ni un Phineas quizá caprichoso…
y mucho menos cualquier otro que me cruce por el camino… quiero que seas tú.
Los múltiples aullidos que se
escucharon cortaron la conversación. La luz de la luna iluminó el cuerpo de
Marcus, que se apoyó en el árbol y se convulsionó, apretando las manos en la
corteza, ahogando el dolor.
Al abrir los ojos, ya no había
humanidad en ellos. Sólo un lado animal y salvaje que miró con fijeza a
Isazara. La cicatriz del cuello se clavó en su mente, única señal ahora de
aquel desafortunado enfrentamiento. Ella tan sólo estaba allí, de pie, inmóvil,
mirándole decidida.
- Te lo pido.
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