martes, 27 de abril de 2010

Capitulo 09. Frenesí de sangre



Noveno Acto


Noche cerrada sin luna visible en el horizonte. Como cada cuatro días desde hacía varias dekhanas, mis pasos me conducían por el paso de Argluna, sorteando las montañas y esquivando a los gigantes que tan insistentemente lanzaban sus piedras sobre mí, ignorantes del daño mortífero que mis flechas hacían en su gruesa piel, hasta que caían en su último aliento y el golpe seco de su cuerpo contra el suelo era el único sonido que quedaba en aquellos pasadizos.


Ya es un lugar de por sí oscuro por eso no me sorprendió encontrarle allí, sentir su respiración tan cerca que bien hubiera podido erizarse la piel de mi cuello a su roce. Sentir su presencia era una sensación tan familiar que había dejado de sorprenderme.


Primero, el bello de todo mi cuerpo se electrificaba, provocándome un escalofrío que tan solo duraba un par de segundos, pero que al principio parecía eterno. Después, el corazón se paraba un instante, presagiando la muerte del alma y tal vez del cuerpo. Tras eso, la adrenalina se disparaba y sentía un hormigueo en las puntas de los dedos, que gritaban en silencio suplicando el peso del arco y el roce de las flechas. Y por último, mis ojos lo divisaban, no importaba dónde se escondiese, ahora ya no, era su misma presencia la que conducía mis sentidos.


Sus ojos azules se clavaron en los míos y su sonrisa fría fue un regalo dedicado única y exclusivamente a mí. Se acercó con lentitud, prolongando cada paso lo más posible, profundizando en mi mirada buscando en mi interior algo que solamente él sabía.

Dejé de escuchar los rugidos de los gigantes a lo lejos, incluso ellos le temían.


Tensé una flecha y le apunté ofreciéndole una mirada desprovista de sentimientos, calmada, serena y decidida. Me recorrió penetrante de arriba abajo haciendo especial hincapié en mis dos nuevas armas, dos estoques atados a mi cintura que emitían una luz verdosa que se distinguía ligeramente aún envainados. Sonrió irónico y complacido, quizá la idea de una guerra cuerpo a cuerpo le resultaba más excitante que la distancia que siempre nos había separado. Se relamió y mordió su labio lascivamente, mirándome de nuevo a los ojos.

- Tantos años llevamos juntos y tú sigues sorprendiéndome, princesa.


No respondí. Me había cansado de la palabrería constante e inútil con aquel humano, un hombre que llevaba tantos años tras de mi vida que hubiera sorprendido a cualquiera verle igual de joven que el primer día, pero la oscuridad se cernía sobre él, la mano oculta de Shar le envolvía dándole, seguramente, una longevidad envidiable para los de su raza.


- No temas, esta noche sin luna llena tan solo trae un mensaje.

Su voz profunda y oscura me atravesó piel, carne y huesos. Mis dedos presionaron el extremo de la flecha y la tensé algo más provocándole una sonrisa de satisfacción, de placer y… ¿por qué no? De orgullo.

- Nunca cambiarás, por eso eres mi favorita, por eso eres mía.


Introdujo su mano en el bolsillo de su pantalón, en su cinto seguían envainadas sus espadas, reposando cual bestias mortíferas sedientas de sangre y sufrimiento, sedientas de gritos de agonía provocados por ellas mismas, ansiosas de dolor. Me mantuve alerta expectante, sin aflojar ni un solo segundo la flecha entre mis dedos y el arco, observando a mi eterno enemigo, mi némesis.


De su interior extrajo un medallón, un círculo perfecto plateado que lanzó a mis pies, haciéndolo girar en el aire, caer sobre uno de sus cantos y rodar cual peonza hasta caer por su peso sobre la tierra.

Un dibujo había tallado en él, un símbolo que yo bien había visto durante los veinte años que viví en Puerta de Baldur. Dos hermosos ojos femeninos rodeados por siete estrellas plateadas. Dos ojos manchados ahora de sangre ya seca… sangre élfica.

Alcé la vista horrorizada y clavé mis ojos negros en sus luceros azules, intentando camuflar el temblor de mi mano y la expresión de miedo y horror que recorría mi cuerpo. Él sonrió con tanta frialdad, tanto desprecio y tanta satisfacción, que no tuvo que decirme nada para saber cuál era el mensaje.

- ¿Qué has hecho?


Ni siquiera yo fui consciente del flaqueo de mis brazos ni de cómo el arco iba perdiendo altura poco a poco, aflojado en mis manos. Edharae entornó los ojos y dio un paso al frente de forma involuntaria, quizá para atacarme, quizá para socorrerme… con él nunca se sabía.

- ¿Qué has hecho? – repetí, esta vez invadida por el miedo a su respuesta, aunque ya la conocía.

- Te dije que haría lo que fuera por verte venir a mí. Te dije que no mentía. ¿Quién será el próximo, princesa? ¿Tu adorado trovador? ¿Tu preciado Guardián? ¿Esa druida a la que tanto cariño tienes? ¿O quizá el arquero arcano que se cree oculto en las cercanías de Argluna? ¿Cuántos más dejarás a mi merced hasta que comprendas tu destino?


Su figura se desvaneció en la oscuridad de la negra noche, regalando suspiros a mi alrededor que congelaron mi cuerpo y me impidieron reaccionar incluso cuando le sentí tras de mí, rodeándome la cintura con su brazo, apoyando su barbilla en mi hombro, susurrándome secretos al oído.

- Eres mía Ithiria, nunca, nunca olvides eso.


Y con la misma elegancia con la que había aparecido, se desvaneció. El hormigueo en los dedos, la electricidad en la piel, el palpitar lento del corazón… todo desapareció. Tan solo quedó allí una figura rota, iluminada ahora por la luz del naciente sol que resurgía entre los picos de aquel Paso montañoso.

Fue tan grande el desconsuelo vivido que ni siquiera los gigantes se atrevieron a regresar, no hubo ni uno solo que me molestara en mi viaje de regreso a Sundabar. En mi mano, el medallón de mi mentor ahora apagado, desprovisto de la vida y el calor que la conexión entre Ethan y la Dama de Plata le otorgaba.



Así que era por eso, Padre, por lo que no respondías a mis cartas. Así que era por eso por lo que no tenía noticias vuestras desde hacia dekhanas… tantos años a vuestro lado, tanas batallas ganadas y perdidas, tantos consejos escuchados e ignorados, tantas advertencias… y al final había sido mi propia guerra, esa de la que tanto me avisasteis, de la que tanto me pedisteis que me alejara, esa que tanto pedisteis que olvidara, la que os había arrebatado el aliento.

¿Podía entonces considerarse que yo misma os había quitado la vida? ¿Podía sentirme de nuevo culpable por una herida tan grande que jamás sanaría, por muy grandes que fueran vuestros poderes? ¿Tanto había mejorado Edharae que había acabado con los suspiros de aquel que tantas veces me había salvado de la muerte?

Me disculparía pero… ¿acaso me escucharéis allá dónde Selune os haya llevado?





Madre Argéntea… ¿tanto os he fallado que no os importa mirar hacia otro lado mientras vuestra hija camina por un sendero sin luz alguna…?





- Patética.

Quizá no fuese la primera palabra que esperaba escuchar, pero fue la única que me sacó del trance. Mis piernas me habían llevado solas al estanque cercano a Sundabar y allí, tan femenina, tan elegante y tan tranquila, reposaba apoyada en un árbol cierta elfa pelirroja cuyos ojos verdes ya había visto con anterioridad. Muchas lunas atrás, intentando atacarme cual rata descontrolada, logrando sobrevivir por la intervención de su superior… de mi enemigo…


- Deberías verte, apostaría mi vida a que cualquier ínfima ráfaga de viento te derriba sin esfuerzo. Eres una vergüenza para los nuestros. Pero ahí estás, tan admirada por él que me da ganas de vomitar.

Desenvainó su daga y me encaró. Sonrió con frialdad, la misma frialdad con la que me sonreía Edharae, pero en un gesto imitado. Un malo intento de ser él.

- Este amanecer será recordado por los míos como el día en que acabé con la tan ansiada Ithiria. Les demostraré que su obsesión está acabando con su cordura y su norte, y “ella” no tendrá más elección que reconocerme – me apuntó con la daga un segundo y se lanzó a por mí - ¡Muere ahora, maldita esclava de la luna!


Fue extraño cómo mi cuerpo reaccionó. Mis manos se posaron solas en las empuñaduras de los estoques y los desenfundé en un ágil movimiento, parando su ataque y golpeándola abriendo en uno de sus brazos una herida, mientras el ácido del arma hacía el resto por mí. Su grito fue corto aunque intenso, y me sorprendió que no se detuviera.

Giró sobre ella asestando tantos golpes como pudo, fallando en todos y cada uno de sus intentos, perdiendo aliento e intensidad en cada esfuerzo. Al principio, me limité a esquivarla, pero poco a poco fui respondiendo, abriendo leves heridas en su delicado cuerpo arrancándole leves gemidos que, por alguna razón, me satisfacían.


No fue largo el combate, al igual que no lo fue la vez anterior. No hubo que esperar mucho hasta encontrarme de pie frente a ella, apoyada en una piedra mirándome asustada. El ácido que mis estoques le habían dejado en sus piernas le impedían moverse por el dolor, y mis armas, ahora envainadas, vibraban emocionadas por la victoria.


Avancé tres pasos hacia ella y recogí su daga clavada en la tierra.

“Márchate” debí decirle. “Lárgate de esta tierra y no vuelvas” esas debieron de ser mis palabras para con ella… pero aquel susurro lo cambió todo. Aquella voz penetrante que atravesó mi alma herida, que encontró la grieta en mi fe lo cambió todo.



“Mírala” – susurró en mi cabeza – “Mírala a los ojos, tan joven, tan llena de vida… su vida. Él la ama, la ama por encima de cualquier cosa, la ama aunque lo niegue en cada noche eterna” – apreté la daga en mi mano, clavando mis ojos negros en aquella elfa pelirroja – “Te lo está arrebatando todo… todo Ithiria. Mírala. Sabes que si no le detienes lo hará. Mírala. Puedes hacerlo. En tu mano está el siguiente paso”

Me agaché sobre ella y le sujeté del pelo mientras me miraba horrorizada, quizá porque ella también escuchaba aquella voz o porque para ella representaba mucho más que para mí… o quizá porque ella veía algo que mis ojos, fijos en ella, no alcanzaban a ver.


“Hazle sufrir… - escuché de nuevo en mi cabeza – hazle suplicar”


Y ya no pude escuchar nada, ya no pude sentir nada. Lo único que percibí fue una oscuridad absoluta que se cernió sobre nuestros cuerpos. Una oscuridad que nos envolvió ocultando nuestra presencia en aquel estanque interminable. Y en la infinidad de aquel lugar, en las alturas de las copas de los árboles cercanos e incluso en la lejanía de las fronteras, lo único que pudo escucharse fueron los gritos desgarradores de aquella elfa, gritos que erizaban el bello y estremecían el alma, gritos que solo significaban la llegada de una muerte lenta y sangrienta.




Largo fue el silencio que trajo consigo aquel tormento, un silencio que solo fue roto por el susurro que trajo el viento. Un susurro que por primera vez, no llegó a oídos de quien más lo hubiera necesitado.

"¿Qué has hecho… Aluriel?"

sábado, 24 de abril de 2010

03. Cómo entrenar a tu dragón

"Como entrenar a tu dragón" es la nueva película que nos llega de mano de Dreamworks.


En ella se cuenta la historia de Hipo, un chaval cuya sangre vikinga corre por sus venas. Su pueblo es asediado noche y día por "los bichos" como así los llama él. Los dragones.
Todos esperan grandes cosas de las generaciones venideras, pero Hipo no está hecho para ser cazador de dragones, ni fisica ni psicológicamente.



La historia empieza con un ataque de estas bestias aladas al pueblo, en el cual Hipo querrá demostrar su valía como cazador, empeorando la situación más de lo que a él le gustaría. Sin embargo, su suerte se verá truncada al derribar a un Furia Nocturna, el peor dragón de todos, el más fiero, el más veloz y el más mortífero.



La película está llena de sentimientos y de valores, mostrándonos de nuevo el significado de la verdadera amistad, del sacrificio y de la fuerza de voluntad. Asi como de lo dificil que puede llegar a ser la vida de un adolescente en pleno crecimiento y la relación con su padre, jefe de la aldea, que tiene tantas preocupaciones en la cabeza que se olvida de escuchar a su hijo.

Con personajes bien definidos y coloridos, se celebra el hecho de hacer tan realistas a los personajes, con detalles tan importantes, y muchas veces inapreciados, como el pelo de los trajes, o las barbas pobladas que tan reales parecen. Es muy sencillo olvidarse de que se está viendo una película de animación.



Por suerte los diálogos están muy logrados, los momentos incómodos no se hacen pesados y las coletillas ayudan a calar a los personajes. Incluso el personaje cómico es cómico de verdad, no una burla ridícula que estropea la escena. Son muchas las películas que, visualmente son espléndidas, pero los diálogos pobres y sin sentido las estropean.

Los dragones están realmente logrados, aunque siempre llama la atención el hecho de que solo haya un Furia Nocturna, está claro que para darle protagonismo en la historia, pero quizá hubiese sido más realista la aparición de más miembros de esa raza.
"Desdentao" sin duda es expresivo y consigue ganarse el corazón de quienes lo ven, y no es muy dificil encontrarle cierto parecido a un personaje que mucho ya conoceran, Stitch (Lilo y Sticth). Muchas de sus expresiones o movimientos rememoran al pequeño extraterrestre que, ya en su día, cautivó a los fans de Disney.



Los personajes están bien definidos. El patoso, el empollon, el que se cree guay, los gemelos insufribles, La Chica, el cómico, el responsable... cada uno con un papel específico que, si bien son papeles incluídos en practicamente todas las películas, se agradecen para darle más realismo a la historia.



El film es ante todo una aventura fantástica, de caballeros vikingos y dragones, de vuelos sobre paisajes y cielos indescriptibles, con una banda sonora a manos de John Powell que nos llega a lo más profundo ayudándonos a disfrutar aún más del momento.



¿Previsible? Es posible, hoy en día es muy dificil conseguir una historia en dónde nadie pueda imaginarse el final, aún y así debo decir que hay ciertos detalles que no me hubiese esperado.

Después de todo, lo único que me queda por decir es, que me ha gustado. Me ha gustado mucho ^___^

lunes, 19 de abril de 2010

02. Alicia y Tim Burton


Puedo decir, sin miedo a equivocarme, que esta es una de las mejores películas que he visto en lo que llevamos de año. Ya sabía, la primera vez que ví el trailer, que me iba a gustar, pero sin duda alguna me ha encantado.

Fue una sorpresa descubrir que no era la hisoria normal de Alicia, cuando va por primera vez al pais de las maravillas y descubre ese mundo mágico lleno de flores cantarinas, un gato misterioso, un conejo loco que llega tarde a todas partes, una liebre y un sombrerero que no hacen más que tomar el té mientras un ratoncito recita el "Lindo lindo parpadeo..." ^_____^ y una oruga azul que da lecciones en verso...

"El pequeño cocodrilo
para entonar sus cantares
usa las aguas del Nilo
con sus notas musicales"







Esta adaptación que se ha hecho de esta historia es sin duda espléndida. No nos transporta al primer viaje de Alicia, sino al segundo. Cuando tiene que volver para luchar contra la reina roja y su ejercito de cartas (chulísima, por cierto, la forma en qué ha creado a las cartas)

La espera ha sido larga, pero por fin el excéntrico Tim Burton ha compartido su propio mundo de las maravillas. Guiandose por las novelas de Lewis Carrol, ha querido ir más allá, adaptando su película a un mundo desconocido por los que hemos leído "Las aventuras de Alicia y el País de las Maravillas" y "A través del espejo".

Es quizá una película en la que es dificil ver al director, se le intuye en algunas ocasiones, encarnado en el sombrerero loco o en la reina roja, no le ha dado ese toque propio que caracteriza a sus obras, pero aún y así ha conseguido crear una história mágica y encantadora.

El Gato de Cheshire, el Sombrerero Loco, el Conejo Blanco, la Liebre de Marzo, la Oruga, los gemelos Tweedledee y Tweedledum, la Reina Roja y la Reina Blanca parecen salidos tal cual de la pluma de Carroll, con una clarísima inspiración en los dibujos de John Tenniel que acompañaron la primera edición de la novela.

Una Alicia más madura da lugar a un guión más maduro, pero dirigido a su vez a todos los públicos (quizá debido a la intervención de Disney).







Le doy un 10, sin duda alguna, me ha encantado y en cuanto pueda pienso ir a verla otra vez. No sé cómo será en 3D puesto que yo fui en 2D, pero supongo que será aún más espectacular.

Mi enhorabuena a Tim Burton y a los creadores de la película. Y mi enhorabuena a Danny Elfman, que vuelve a unirse al director una vez más con sobresaliente, elaborando una excepcional banda sonora que se mueve al ritmo que requiere la acción y adaptándose a los personajes a cada momento. Melodías trepidantes, épicas o delicadas componen un sensacional acompañamiento al País de las Maravillas.



miércoles, 7 de abril de 2010

Capitulo 08. Ithiria



Octavo acto

Mis pies se movían solos arrastrados por la inexplicable necesidad de evadirme de un mundo lleno de tinieblas, odio, miedo y desesperación. Hubiese entrado con gusto en el trance espiritual que pocos días antes me había enseñado el guardián pelirrojo, pero dudaba que fuese capaz de concentrarme… y dudar me frustraba.

Estaba hecho. Ni siquiera sabía en qué momento la conversación se había desviado hacia nosotros, simplemente había pasado. Una parte de mí se sentía aliviada, pues la carga que llevaba los últimos meses era demasiado grande como para seguir soportándola. Pero otra parte… otra parte desearía no haberle sacado de los pináculos y haber empezado aquella discusión sin sentido. Ni si quiera yo sabía lo que sentía, no conseguía organizar mis ideas y ver con claridad qué era lo que me estaba diciendo el corazón. Sabía que le quería… pero estaba dividida…. ¿Era justo eso para él? No…

“Te has apartado de la vida del trovador y haciéndolo me has apartado a mí”

Eso había dicho, y no le faltaba razón, pero no había sido consciente ni premeditado, simplemente había sucedido, aunque él tenía razón en algo más… yo había dejado que pasase. Sentí la distancia que empezaba a crearse entre nosotros y no hice nada para evitarla, dejé que naciera y nos envolviera a ambos.

Pero no tenía que decirme todo esto para saber que era culpa mía, eso era algo que bien tenía claro desde el primer día, desde aquella noche en la arena de Sundabar. ¿Había sido egoísta por esperar mientras buscaba en mi interior la verdad, aún haciéndole daño alejándome de él inconscientemente? ¿Era el hecho de hacerlo inconsciente la misma respuesta a lo que buscaba? ¿Tanto habían cambiado las cosas?

Me paré en seco, sabía perfectamente dónde estaba aun no habiendo caminado concentrada. El final del camino se acercaba y sabía que, a pesar de que este giraba hacia la izquierda, mis pasos seguirían rectos adentrándome en la llanura. Dos días y estaría en Argluna, pero no era allí dónde iba, mi destino descansaba con tranquilidad en su pequeña cabaña mucho más cerca de mí de lo que estaba la gran ciudad. Él lo sabía, por alguna razón sintió mi presencia, y en el fondo yo sabía que lo haría, por eso no me sorprendió verle apoyado en su bastón junto al enorme árbol que reposaba majestuoso, única referencia de cómo encontrar su casa.

Me sonrió y, apartando unos arbustos gigantes del tamaño de un semiorco, me mostró una abertura hacia un claro oculto a simple vista. Allí estaba su pequeña cabaña y quién sabe durante cuantos años llevaría allí, viviendo en una soledad absoluta que, para mi sorpresa, el elfo bien agradecía.

- Todavía no te esperaba – dijo con voz melodiosa, una voz cansada de tantos años vividos y tantas guerras libradas.

- Simplemente caminé hasta aquí.

- Aún no puedo darte lo que buscas – entramos en la pequeña casa y, tras dejar apoyado el bastón junto a la puerta, se acercó a una pequeña encimera y tomó con cuidado dos tazas de té caliente. Sin duda había sentido mi llegada.

- Lo sé, lo sé.

- ¿Entonces por qué vienes? – me tendió una de las tazas que agradecí con una inclinación de cabeza, limitándome a encogerme de hombros mientras soplaba con tranquilidad la bebida caliente.

Me miró con dulzura, o quizá con condescendencia, no lo sé, pero fuera lo que fuera me sentí agradecida.

Acercó su mano y la posó en mi cabeza, arrastrando mi capucha hacia mi espalda, tomándome de la barbilla y clavando sus ojos grises en mí. Volvió a sonreír con la misma dulzura que había tenido desde el día que le conocí, en aquel mismo claro, hacía ya tantos meses que me costaba recordarlo, antes incluso de que me convirtiera en Guardiana de la Flecha del Destino.

- Aluriel, tesoro, ¿qué te oprime? – negué ligeramente y volví a encogerme de hombros.

- Hay situaciones en las que es difícil tomar una decisión, y cómo es una decisión en la que la vida de nadie está en juego, puedo permitirme tomarme el tiempo que necesite en decidir.

Asintió una sola vez y dio un largo sorbo al té, alzando una mano con la palma abierta ante mí, esperando paciente. Yo supe enseguida lo que quería, por eso no tardé en deslizar mi mano dentro del carcaj y extraer de él una flecha negra perfectamente conservada que dejé con cuidado en su mano. Él la miró y asintió conforme.

- Veo que haces progresos. El espíritu del arquero es fuerte en ti y el poder de esta vida te envuelve. Pero aún te queda un largo camino para dominar a la perfección esta técnica y deberás caminar un gran trecho hasta que llegues a la siguiente bifurcación – comenzó a girar la flecha entre sus dedos con rapidez – Dime, ¿qué hay de ese guardián del que tanto deseas su entrenamiento?

Por poco se me escurrió la taza, abrí tanto los ojos que me dolieron y le miré sorprendida. Nunca le había hablado de nada personal, nunca había mencionado a las personas que me rodeaban, pero allí estaba aquel elfo anciano (si es que podía llamarse anciano a un elfo), preguntándome tan tranquilo por Göyth…. ¿por qué precisamente por Göyth?

- No sabía que me espiaras – fue lo único que me atreví a decir. Él sonrió.

- Mi jovencísima arquera, he vivido más años de los que tú y tus amigos podáis vivir juntando vuestras vidas, creo que tengo bastante experiencia cómo para desenvolverme bien buscando información sobre mis… pupilos.

- ¿Soy vuestra pupila?

- No en el sentido estricto, ya lo sabes. Tu mente está abierta a mis enseñanzas mas eres libre en todo momento de posponerlas o rechazarlas.

- Me gusta lo que me habéis enseñado, me gusta ser arquera arcana – él asintió – y que me lo enseñe uno de ellos, uno de los grandes arqueros… es todo un privilegio.

- Mi pequeña y dulce niña, tu destino ya estaba escrito antes de cruzarte aquella noche conmigo, tu vida ya estaba dirigida a este mundo, ahora eres tú la que debe decidir si, algún día, querrás formar parte de las huestes del ejército elfo o por otra parte, usarás tus conocimientos para labrarte tu propio camino. Mis enseñanzas no te aportaran una filosofía de vida ni un carácter determinado, lo que yo hago es traspasar mis conocimientos a ti. Pero sabes que solo puedo darte la teoría, si no estuvieras capacitada, la magia no fluiría por ti y la conexión con el arco y tu munición no sería más grande que esta taza y su té.

Me devolvió la flecha y la guardé de nuevo junto al resto, sabía que era un símbolo de sus enseñanzas y que tarde o temprano me explicaría su significado, pero de momento para mí solo era una flecha más entre las otras, aunque una flecha oscura de un tallado inigualable que seguramente escondería un secreto misterioso…

- ¿Y bien? – insistió.

- Hago progresos con eso también. A su manera ya me está enseñando cosas.

- ¿Lo consideras por fin un maestro?

- No creo que él me vea como su discípula.

- ¿Y eso por qué?

- Mi vida es la arquería y la música, él es un hombre de guerra que busca un aprendiz a quién guiar por esa misma senda, una senda de batalla, sangre y muerte, dónde el que no sirve para luchar, sirve para morir. Una senda de superación y aprendizaje constante, de frialdad, sacrificio y renuncia, donde los actos hablan y las palabras se las lleva el viento.

- Y dime, tesoro – se acercó a una cortina que cubría la entrada a lo que, seguramente, serían sus aposentos - ¿acaso no es ese el camino que tú estás recorriendo? ¿No es al fin y al cabo tu objetivo, una guerra personal que llevarás hasta el límite, hasta que uno de los dos caiga? ¿No es eso la senda de batalla, sangre y muerte?

Se metió en sus aposentos y me dejó sola con aquellas palabras clavándose en mi mente.

- Te haré saber cuándo has de regresar, aunque sabes que eres bienvenida siempre que lo desees – su voz se perdió en la lejanía y asentí consciente de que, aquella vez, no aprendería nada del viejo elfo.

- Gracias Dharion – fueron mis últimas palabras dirigidas aquella noche a aquel hombre, un arquero arcano que había encontrado meses atrás, un elfo con tantos años a la espalda que no me hubiese sorprendido nada que una noche se sumiera en su meditación diaria y no despertase más.

Terminé el té y salí fuera, cruzando la pequeña abertura en los arbustos saliendo de nuevo al camino que me había conducido allí horas antes. Esta vez desharía lo andado, rumbo de nuevo a lo que por aquel entonces consideraba lo más parecido a un hogar… la Flecha del Destino.

Mi recorrido fue largo y, todo sea dicho, aburrido. Tuve tiempo para pensar en Relenar, en todo lo que había cambiado nuestra relación desde que le había conocido; pensé en mi mentor Ethan, en el tiempo que llevaba sin saber de él, sin que respondiera a mis cartas ni diera señales de vida; pensé en mis conversaciones con Rael, realmente había sido con ella con la única con la que había hablado sinceramente y agradecía la claridad con la que me había presentado las opciones que tenia; pensé en el guardián callado y soso (como Rael le llamaba), en sus últimas palabras hacia mí “tenéis mi respeto como hombre de armas”… eso era bueno, era un gran paso…

Ojalá hubiese seguido mi camino con toda la tranquilidad que tuve hasta ese momento, lo hubiera preferido aburrido y monótono que tener que ver sus ojos azules de nuevo, que tener que escuchar su voz escurridiza pronunciando aquel nombre…

- ¡¡Bastarda!!

Fue lo único que escuché antes de sentir que alguien se abalanzaba sobre mí. Por todos los dioses existidos y existentes, ¿ahora qué? No me costó mucho esquivar a la figura que se había delatado con un grito de guerra tan original. La encaré y la observé detenidamente.

Ante mí se hallaba una mujer de cabellos rojizos que le caían sobre los hombros, juraría que elfa por su tamaño y rasgos faciales, cuyos ojos verdes se clavaban en mí con furia, odio y desprecio. No tenía ni la más remota idea de quién era, pero allí estaba, daga en mano corriendo nuevamente hacia mí gritando improperios muy poco dignos de una señorita.

La esquivé de nuevo golpeando su espalda tirándola al suelo, no tenía intención de atacarla, no de momento, al menos. Prefería cansarla, pues era lo que sucedería si seguía gastando tanta energía en ataques sin sentido. Se escurrió por el suelo cual serpiente y se incorporó girándose con violencia contra mí.

- ¡Asquerosa serpiente! ¡No mereces el aire que respiras! – alcé una ceja mirándola, esta mujer estaba loca…

- Oye, no te alteres. Creo que te estás confundiendo de persona…

- Ithiria – escupió las palabras entre nosotras y recorrieron el espacio que nos separaba golpeándome con fuerza. Entrecerré los ojos y la miré, esta vez con cautela. Solo había una persona que me llamaba así, solo un hombre que bien se encargaba de recordarme mi pasado en cada encuentro, solo uno…

Miré de reojo los alrededores, aquella chiquilla no había podido venir sola, no era posible. Se veía a la legua nuestra diferencia, ella no era rival para mí, no después de todo el entrenamiento que yo había recibido, no después de todo lo que había aprendido. Pero él debía estar allí, acechando en algún rincón oscuro, observando.

- ¡Ithiria! – repitió acaparando entonces toda mi atención – ¡Tan solo eres un gusano en una tierra demasiado grande para ti! ¡Soy mejor guerrera que tú y lo demostraré aquí y ahora!

Como una loca que acaba de perder los nervios se lanzó con los ojos inyectados en sangre. Nada había cambiado entre nosotras, pero ella lo había empeorado. Nadie, absolutamente nadie salvo él me llamaba por ese nombre, un nombre que me provocaba la mayor sensación de asco, debilidad e inmadurez, un nombre que me atravesaba en lo más profundo abriendo un brecha de odio y venganza… un nombre que no debió pronunciar.

Ella era lenta, podía ver sus movimientos mucho antes de los hiciera, y no fue mucho el esfuerzo que tuve que hacer para vencerla. Esquivé varios de sus ataques, la golpee en el vientre lanzándola varios metros lejos de mí, descolgué el arco en un movimiento grácil y rápido, tensé un flecha y la lancé justo en el momento en que de mis labios eran pronunciadas palabras imperceptibles por ella, palabras que la hicieron brillar en el aire tornándola de un color rojo fuego.

Hubiera sido curioso de ver, si no hubieran intervenido dos figuras oscuras que la apartaron de la trayectoria dejando la explosión de la flecha imbuida en un segundo plano.

- Te agradecería que no matases a mis subordinados – ya sabía yo que no estaba lejos.

- Te agradecería que los tuvieras controlados, entonces – Edharae rió con frialdad y clavó sus ojos azules en mí, entornándolos casi en el acto al ver la cicatriz que recorría mi garganta.

- Dulce princesa ¿en qué líos te metes? No quisiera que saliese dañada… ya deberías saber que ese destino tan solo está en mis manos – tensé otra flecha y le apunté.

- Más quisieras, Edharae – él sonrió.

- En el fondo lo deseas, Ithiria – dejé libre la flecha que voló con rapidez hacia él rozándole la mejilla tras su intento de esquivarla, abriendo una herida pequeña aunque visible.

La mujer chilló frenética suplicando que la liberaran, Edharae se acercó a ella provocando un silencio absoluto y una sumisión deshonrosa. La miró con frialdad, metiéndose en su interior clavando sus ojos en los miedos más profundos de la elfa. Ella replicó y lo único que recibió como respuesta fue un bofetón tan fuerte que la sumió en la inconsciencia.

Alcé ambas cejas totalmente desconcertada sin dejar de apuntar a Edharae, él giró sobre sus talones y me encaró.

- Por doloroso que te resulte, cariño, esta vez no voy a tocarte.

- No sé si podré conciliar el sueño con tan terrible revelación – miré cómo las dos figuras que sujetaba a la mujer ahora la recogían del suelo y se alejaban con ella – deberías controlar a tus perros.

Desapareció como si nada y le sentí acercarse, destensé el arco, sujeté con fuerza la flecha, giré sobre mí misma e interpuse la flecha justo en el preciso instante en que él volvía a aparecer, y lo hubiera hecho a mi espalda si no me hubiese girado.

La punta de mi flecha le rozada el cuello, pero él tan solo sonreía.

- No olvides que eres mía – susurró – tu destino está ligado al mío Ithiria.

- No vuelvas a llamarme así.

- Huye cuanto quieras, algún día te darás cuenta y serás tú la que venga a mí. No me importa lo que deba hacer para conseguirlo… y sabes que no miento.

Desapareció de nuevo y esta vez no volvió a aparecer, pero entre la oscuridad pude escuchar su voz resonando en mi cabeza.

“Tenemos un trato Ithiria, solo tú o solo yo”


Seguiremos soñando

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