- ¿Qué has hecho, Marcus? – Larms entrecerró
los ojos, furioso.
- Nada, la he criado.
- ¿Criarla? – señaló a Isazara con desprecio
- ¿Qué significa eso exactamente?
- La he educado en nuestro dogma.
- Eres un imbécil. Nos venderá… somos
escoria para ella.
- No lo hará.
- Tienes suerte de que Main no esté aquí, te
arrancaría las tripas…
- Main está muerta, Larms, déjala estar.
Además ella también hizo lo suyo.
Larms volvió a mirarla con
desprecio, fue a dar un paso hacia ella pero la figura de Marcus fue más rápida
y se interpuso.
- Escucha, Málar no sólo nos tiene a
nosotros… también acoge a otro tipo de creyentes… no podemos valernos sólo por
la manada.
- Eres un estúpido… siempre lo has sido.
- Venga, no es para tanto… a Phineas le cae
bien.
- Tú verás… pero más vale que cumpla su palabra…
por su bien – sonrió macabro mientras pronunciaba aquellas palabras y se fundía
en las sombras.
El silencio los envolvió
durante segundos que se hicieron eternos para Isazara, aquella situación se
había producido por su lengua larga, y la culpabilidad ahora la ahogaba.
- Lo siento…
- No importa, tenía que decírselo
igualmente.
Una manada de osos rugió con
fuerza en el norte y ambos caminaron hacia allí. Larms luchaba contra ellos tan
sólo con sus puños. Los mató a todos y comió de ellos, cual salvaje desquiciado
y fuera de control.
El cielo comenzó a
oscurecerse.
- Te has mentido a ti mismo, Marcus.
- ¿Uh?
- Esto sólo demuestra que no aprecias tu
don.
La luna se dio a conocer en el
firmamento y ambos hombres cambiaron. Sus cuerpos se convulsionaron y aullaron
fieros.
Sin previo aviso, Larms se
lanzó contra Marcus, lo embistió y le golpeó con fuerza en el pecho, dejándole
sin aliento y aturdido.
- ¡Basta!
Isazara gritó asustada,
preocupada y culpable. Sabía que poco o nada podía hacer en una batalla entre
licántropos… per no quería que se hicieran daño… no quería que Marcus saliese
herido por su culpa.
Larms se alzó y la miró
amenazante. Ella se congeló e el acto, no podía mover ni un músculo. Sin duda,
ese licántropo poco tenía que ver con el lado que Marcus le había enseñado.
Caminó hacia ella y rugió tan
feroz y con tanta violencia, que Isazara supo cómo acabaría todo. Se fundió en
las sombras y desapareció. Ella giró sobre sí misma con violencia, luchando,
inútilmente, por encontrarle.
Entonces sintió cómo algo la
sujetaba por la espalda, la bestia mística cobraba forma tras ella y unos
colmillos afilados y desgarradores se hundían en su cuello.
El dolor fue exagerado. Le
arrancó la carne y la desgarró, lanzándola con asco lejos de él. Marcus se
lanzó sobre el agresor… pero de nuevo se fundió en las sombras… y se quedaron
solos.
Ella intentaba taponar la
herida, que no dejaba de sangrar, manchando así todo su cuerpo. Marcus la
observó en silencio durante unos segundos y reaccionó. Virtió sobre la herida
un líquido que cortó la hemorragia… pero la herida no sanó.
La ayudó a levantarse y la
obligó a caminar. No podían quedarse allí.
Las piernas de Isazara
fallaron varias veces, sólo los fuertes brazos de él impidieron su caída.
La luna los iluminó y el
suspiro del hombre lobo fue casi eterno.
- Isazara… te ha mordido cuando la luna
estaba más alta… si mañana empiezan las fiebres…
- Cállate – musitó ella, apenas consciente –
Sólo llévame a casa…
Marcus asintió y se adentró en
el bosque. Allí, horas más tarde, un pequeño y escondido campamento refugiaba a
ambos. Isazara perdió el conocimiento en cuanto su cuerpo se relajó, y él se
quedó a su lado, cuidándola… y esperando.
- No quería que fuese así… - le había dicho
- esperaba que algún día me lo pidieras…
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