lunes, 20 de agosto de 2012

Capitulo 04. Cambiante

Reizel caminó inquieto hasta llegar junto a Hojaverde.
Nunca creyó que en un trayecto tan corto pudiese pensar en tantas cosas. Su corazón se disparó pues su primer pensamiento fue para su amada ¿estaría bien? ¿habría sucedido algo? El sol ya estaba alto y su mujer aun no había regresado, eso no era una buena señal, ni un buen presagio la multitud que se había formado en la entrada de la arboleda.

Sus pasos se volvieron pesados y lentos, realmente le costaba caminar, presa del pánico. Sintió una punzada en el pecho y, cuando quiso hablar, su voz no salió.
En un instante, su conciencia lo tranquilizó, a estas alturas Reizel ya debería saber que él siempre “veía” esas cosas. Siempre se le avisaba de una u otra forma… siempre.

Hojaverde volvió a llamarle cuando estuvo más cerca, y su rostro inexpresivo lo inquietó aún más. Sólo la figura de su esposa consiguió arrancarle el miedo, y su sonrisa al verle le devolvió la tranquilidad.

Mas la duda, el temor y la incertidumbre volvieron como un cubo de agua fría que se derrama de golpe al ver a su lado a un oso. Un animal inmenso, de un pelaje brillante y perfectamente cuidado que tiempo atrás había visto.
Un hembra.

La misma que se marchó años atrás, adentrándose en el desierto, portando en su lomo a una niña pelirroja que lloraba frustrada… la misma que se llevó a rastras a su adorada Isazara.
   - ¿Qué significa esto?
Hojaverde alzó una mano y se giró hacia la osa.
   - Por favor, estimada Shía Malvart’lik, te suplico vuelvas a tu forma y acabes con la duda que amarga nuestros corazones.

La osa se alzó sobre sus patas traseras ante la sorpresa de todos. Las hojas comenzaron a arremolinarse a su alrededor, mientras sus ojos se cerraban. La cubrieron por completo en cuestión de segundos, y cuando su figura estaba totalmente envuelta en cientos de hojas, un golpe de viento las arrastró hacia el bosque, dejando en su lugar la figura de una mujer.

Su piel clara y sus ojos azules dejaron atónitos a los presentes. A todos, menos a Hojaverde y a Reizel, que hacía muchos años que sabían que aquella osa, era en realidad una elfa que adoptaba a placer la forma que desease.

   - Hermana Malvart’lik, ¿Por qué habéis regresado? - Cuando aquella mujer despegó los labios para hablar , su voz, suave, dulce y tentadoramente seductora embaucó a todos los presentes.
   - La niña ha roto el vínculo y ha forjado uno nuevo con otra criatura
   - El humano… - la fey’ri asintió.
   - Aquel a quien el viento llama Marcus vela ahora por ella. Pero ni siquiera él estará siempre.
   - ¿Pero está a salvo? ¿Podrá ese humano cuidarla y protegerla?
   - No me corresponde a mí decirlo. No me corresponde a mí verlo.
   - ¡Pero debes saber algo! ¡Debes haberle visto! Sabrás lo que le está enseñando.
   - Reizel…
   - ¡No, no! ¡Esto es culpa vuestra! – señaló a la fey’ri furioso - ¡Ella debía protegerla!
   - No está sola.
   - ¿Y quién es ese humano? ¿Quién se cree que es para tomar la tutela de mi hija?
   - La niña lo escogió.

La miraron confundidos.
   - Isazara es demasiado pequeña como para saber lo que le conviene. ¡Tú debías protegerla!
Tan sólo una leve inclinación de cabeza de la fey’ri hizo que el cielo se oscureciese, las nubes nublasen el firmamento y comenzase a llover.
   - No la hagas enfadar, Reizel.
  - La niña eligió la vida que ahora tiene. Eligió a la nueva criatura pues rompió nuestro vínculo voluntariamente.
   - No debimos dejarla contigo, fue un error.
   - Echárla fue el primero de vuestros errores, mestizo. Ahora ella ya no pertenece a este círculo, ya no forma parte de vuestra arboleda. Tiene otra familia.
   - ¡Nunca!
   - Ha elegido otra familia.


El viento sopló con fuerza arrastrando hojas y hierba consigo. Hojaverde, Reizel y el resto de los presentes tuvieron que cubrir sus rostros, molestos.
Al abrir los ojos, el lugar donde había estado la fey’ri brillaba vacío.
“Ha elegido otra familia” Esas había sido sus últimas palabras, unas palabras que atormentarían eternamente a Reizel.


En la oscuridad de su cuarto, llorando la pérdida definitiva de su única hija, cerró los ojos.
Sólo entonces le vio, abrazado a su adorada niña, convertida ahora en mujer.
Sólo entonces lo supo.

Su niña, su preciosa y dulce niñita, ya no existía.


martes, 7 de agosto de 2012

Capitulo 03. Osa



Primera dekhana del mes.
Esa mañana el cielo estaba encapotado en las tierras de Cormanthor. A pesar de que el horizonte estaba nublado, y la densidad impedía ver más allá de varios metros de lejanía, Missara no anuló sus rezos matutinos.

Como cada primer día de mes, caminó en silencio con la única prenda de un suave camisón blanco de seda, que arrastraba su cola por la hierba húmeda, tornando el borde del marrón claro propio de la tierra.
Ella, hermosa, delicada y frágil, dirigió sus pasos hasta un pequeño estanque sagrado no muy lejos de la arboleda, donde cada primera mañana del mes, bañaba su cuerpo desnudo dejando que las pequeñas hadas revolotearan a su alrededor, cuchicheando vergonzosas.

Su piel se erizó al contacto con el agua, pues aquella mañana estaba más fría que de costumbre. El aire arremolinó su cabello y el inicio de la lluvia hizo que aquel ritual fuese más hermoso que de costumbre. Las pequeñas gotas rebotaban con elegancia en su piel blanquecina mientras su aliento formaba pequeñas nubecillas de vaho a su alrededor.

El silencio, infinito e imperturbable, ni siquiera se vio alterado cuando una segunda figura se acercó al estanque, observando con seriedad cómo la mestiza se bañaba mientras dedicaba un baile lento al viento y a los dioses.

Sus ojos se encontraron interrumpiendo así la danza. Missara miró a la otra presencia confundida, alterada y, ¿por qué no decirlo?, temerosa. Pues no era un humano quien observaba. No era un elfo o un mestizo. No era ningún ser mitológico ni ningún Dios curioso que hubiese decidido presentarse.

Tan sólo una osa, de pelo brillante, afilados dientes y ojos intensos que la miraban penetrantes.
Correr era inútil, ella bien lo sabía.

El animal se acercó con lentitud y se introdujo en el estanque, acercándose a la mestiza, paralizada bien por miedo, o por curiosidad. La rodeó varias veces, olfateando hacia ella, mientras luchaba por deshacerse del agua que se pegaba a su cuerpo. Missara inclinó la cabeza, con cortesía y respeto. Su esposo le había enseñado el lenguaje de los animales, pero el miedo a cometer algún fallo y molestar al animal se apoderó de ella, y prefirió permanecer en silencio.

La osa se acercó de nuevo, hasta colocarse frente a ella. Gruñó con decisión provocando en Missara un escalofrío. Se alzó sobre sus patas traseras y rugió con más fuerza, salpicando agua en la cara de la semielfa.
De nuevo sus ojos se encontraron, y el rojo intenso que el animal hacía brillar, de pronto, se tornó negro.



  
   “   - Siempre supe que no era una osa normal – la joven Isazara vendaba una herida en el brazo de aquel hombre llamado Marcus.
         - ¿Qué quieres decir?
         - Bueno, nunca se comportó como tal, era más bien un cambio de personalidad repentino. Shía siempre ha sabido lo que sucedía a nuestro alrededor, siempre ha sabido lo que debíamos hacer o a dónde debíamos ir.
         - No comprendo…
         - Bueno… no lo sé con certeza pero… creo que era una cambiante”


Reizel abrió los ojos sobresaltado. Una nueva visión, aunque esta vez no tenía claro si había sido del futuro… del presente… o quizá del pasado… últimamente su percepción del mundo empezaba a estar distorsionado.
Acercó una mano a su lado, buscando la calma en el cuerpo de su esposa. Pero ella no estaba.
Suspiró y miró por la ventana.
   - El primer día del mes…

Se vistió con parsimonia consciente de que Missara no regresaría hasta el atardecer. Volvió a cerrar los ojos, ya vestido y sentado al pie de la cama, respirando hondo varias veces, haciendo acopio de todas las fuerzas a las que debía reunir cada mañana al levantarse.
Un rostro le vino a la mente. Una mirada infantil convertida ahora en adulta, una melena rojiza llena de hojas y ramas, ahora convertida en divertidos tirabuzones enredados con gracia. Un cuerpo pequeño ahora crecido y con líneas definidas… toda una mujer.
La culpa aún seguía persiguiéndole, a pesar del transcurso de tantos años.

   - ¡Reizel!
El grito provino del exterior. Él se incorporó en apenas un pestañeo y salió de la pequeña tienda extrañado. Hojaverde no debería estar allí.

jueves, 19 de julio de 2012

Capitulo 02. Tiempo



En los largos años de vida que había sentido, nunca, en ninguno de ellos, hubiese apostado por despertarse así. Siempre creyó que el sudor, los temblores y el latir acelerado del pecho se deberían por algún estruendo, por alguna presión o por un dolor agudo. Pero esa noche, Reizel se despertó con el corazón en el puño debido únicamente, al silencio.

Su esposa descansaba plácidamente a su lado, acurrucada a él, como una niña indefensa que busca protección en una criatura más fuerte, como hacía su preciada y única hija en las noches frías, cuando salían más allá de la protección de la arboleda.

El chamán se deslizó con cuidado entre las sábanas, realizando movimientos lentos, muy lentos… tan lentos que las finas mantas que cubrían el cuerpo desnudo de Missara no se movieron lo más mínimo.
Se cubrió el cuerpo con la vieja túnica que utilizaba cada día, en sus rezos matinales, y se encaminó fuera de la pequeña cabaña, dando una larga bocanada de aire al pisar la hierba del exterior.

La fogata aún humeaba, único detalle perceptible ahora de la reunión realizada durante la noche. Se acercó y se agachó frente a ella. El delgado hilo de humo que se dejaba entrever aún desprendía ese olor a incienso quemado, mezclado con aloe vera, menta y jazmín. Sonrió recordando lo sucedido, lo hablado y lo discutido. Aquella arboleda rezumaba paz y tranquilidad, y el recuerdo de la decisión más difícil le golpeaba cada día.

Missara dejó de dormir a su lado durante un año entero, dejó de comer, de rezar… Hojaverde lo intentó todo, pero nada funcionó.
Al final, Reizel dedujo que el tiempo que su esposa necesitó para perdonarle, era suyo. Fue ella la que decidió cuándo terminar el luto, cuando alejar la tristeza y cuando terminar d ignorarle. La noche que ella apareció de nuevo en su puerta y le sonrió, de aquella forma que sólo ella sabía, supo que el castigo había finalizado.

No se sentía orgulloso, pero al menos los reportes de Shía los tranquilizaban. “Yo misma le entregaré un compañero que la protejera y velará por ella en todo momento. Tu hija estará a salvo, te lo prometo” Eso había dicho Hojaverde tiempo atrás… y eso había cumplido.

Shía Malvart’lik, a ojos de todos los seres vivos que podían existir, una osa de mal carácter. Eran muy pocos los que sabían a ciencia cierta cuál era su verdadera naturaleza. Hojaverde era una de ellos… y desde el día en que Isazara se marchó, él también.
Ciertamente “marcharse” no podría ser la definición a lo que sucedió… pero era algo que decidió no volver a recordar. Demasiado doloroso… demasiado cruel.

Alargó la mano hacia la tierra, tomando un poco de ella entre sus manos, sintiéndola, frotándola contra su palma. Acercó la mano sobre la hoguera, dejando que el humo pasase a través de él, y cerró los ojos.

El tiempo se detuvo entonces para él. Su cuerpo se despojó de su alma, espíritu y mente, que volaron libres como un ave… como un cuervo que sobrevolaba ciudades y bosques en busca de algo, una mancha rojiza en el tiempo, en el firmamento. Un gruñido, un grito alocado, un desgarro mortífero.
El frío al que llegó le heló las plumas, pero él continuó volando. Allí, entre los árboles, allí un destello no cuadraba con el verde y marrón del bosque. Allí una niña descansaba tranquila, con la protección de una osa que prometió cuidarla, y el calor de una hoguera.



El cuervo quiso graznar, pero ningún sonido salió de su pico. Quiso revolotear sobre aquella chiquilla, pero ella ni si quiera le veía.
Ahora estaba despierta y miraba fijamente algo… un animal… no, un hombre. Sólo tenía ojos para él, que la miraba y se comunicaba con ella por gruñidos o ronroneos, al más puro estilo animal.
Isazara se distrajo tras un pequeño animal, eso hizo sonreír al cuervo, cariñoso… paternal. El hombre silbó y la pequeña corrió a su lado tomándole de la mano.
   - Necesito las dos manos para defenderme, niña – pero ella no le soltó – Mete esto en tu cabecita, debes ser el cazador, no la presa. Mantén los sentidos siempre alerta.



Abrió los ojos a la par que la tierra tapaba el último hilo humeante, apagando así por fin la hoguera, dando muerte a un fuego consumido. Suspiró y miró las cenizas. Quizá así fuese mejor, al menos sabía que algún día, alguien se haría cargo de ella.

Reizel se irguió y miró al cielo, estirando su cuerpo castigado, ya mayor aún para ser mestizo. En su mente se crearon imágenes de su princesa riendo, correteando entre aquellos hogares como cualquier otra hija de aquel bosque. Pero bien sabía él que sus risas y sus lágrimas se perderían entre unos árboles que él jamás vería.

Lo único que soñaba era que llegase el día en que su visión le mostrase a una hija adulta. Quizá, con suerte, le mostrase el día en que Isazara regresase…

Quizá…


Se dio la vuelta y volvió a su cabaña. Missara seguía en la misma posición, aún dormida. Se tumbó a su lado y la beso en el pelo, acurrucándose, sintiendo su cuerpo cálido, su piel fina y suave. Cerró los ojos y sonrió. La imagen de su hija fue lo último que recordó antes de dormirse. La imagen de su niña pelirroja persiguiendo a un hombre, cuanto menos, peculiar.


viernes, 15 de junio de 2012

04. Castle, cuarta temporada.



Tras unos días de absoluto vicio de Castle, hoy he terminado de ver la cuarta temporada. El final sin duda es sorprendente, y deja algunos cabos sueltos que tengo ganas de ver cómo los solucionan. No desvelaré nada, pero debo decir que se han esmerado muchísimo en esta temporada. ¿Qué puedo decir? Simplemente, me encanta esta serie.

Tiene dosis de diversión, suspense, emoción y tristeza todo mezclado en el mismo plato, un plato que vas saboreando poco a poco durante 23 capitulos de los cuales, ni uno sólo se me ha hecho largo, pesado o monótono.
Como cualquier serie policíaca, Castle no se libra de la rutina, siempre hay un cadáver y un asesino, y al final el funcionamiento de la serie es el mismo, pero los personajes hacen que cada episodio sea único. La trama se centra en ellos dos, Castle y Becket, pero el resto de personajes secundarios a veces son tan protagonistas que te encariñas con cada uno de ellos de una forma increíble, hasta de la forense con la que practicamente no se tiene contacto, y eso hace que cada capítulo sea distinto y especial, pues no sólo te narran la historia de ellos dos, o la historia de cada asesinato, sino que poco a poco y de forma sutil van profundizando también en la vida de cada personaje secundario.

Los compañeros, Expósito y Ryan, tiene un aire a lo Starsky y Hutch, compañeros inseparables que van siempre juntos, se entienden y se compenetran, más allá de simples compañeros de trabajo que disfrutan haciéndole la puñeta al otro, deleitandonos así con constantes ironías, bromas y humillaciones graciosas que no pueden evitar arrancarte más de una sonrisa. Pero también discuten, tienen sus encontronazos y chocan muchas veces en la manera de hacer el trabajo o de pensar. Podría pensarse que son la pareja "cómica" de la serie, pero ni mucho menos, en ocasiones son los que aportan más seriedad  y profesionalidad. Son dos personajes uy bien trabajados y con gran profundidad.


La hija, Alexis, aporta a la serie juventud y una perspectiva diferente de la realidad a la que acostumbra la serie. Entre tanto asesino, sangre y muerte, hay cabida para los típicos problemas adolescentes que traerán de cabeza al pobre Castle.
La madre, Martha, aporta experiencia y momentos de locura. Actriz, un tanto frustrada a mi parecer, que sigue en busca del papel perfecto y hace las veces de madre protectora y consejera de nuestro protagonista, así como de abuela un poco loca que tiene más la cabeza en las nubes que los pies en el suelo.



Y no es de extrañar, porque Castle tampoco es que esté muy bien de la cabeza, lo que aporta a la serie constantes risas y la convierte en una buena elección para pasar la tarde.

Puede que no sea una SERIE, una gran obra de la que se hablará por los siglos de los siglos, pero he visto muchas series policíacas (Bones, 24, El Mentalista, Crimenes Perfectos, CSI (las vegas, miami y NY)), y debo decir que esta es mi favorita :)






...bueno vale, el Mentalista se salva, pero es porque Patrick me encanta 

miércoles, 6 de junio de 2012

05. Blancanieves y la leyenda del cazador




"Erase una vez, en pleno invierno, una reina iba admirando la nieve recién caída, cuando vio una rosa que florecia desafiante al frío. Al tocarla se pinchó el dedo, y tres gotas de sangre cayeron al suelo. Y como el rojo cobraba tanta vida sobre la blanca nieve pensó: "ojalá tuviese una hija blanca como la nieve, con los labios rojos como la sangre y el pelo negro como las alas del cuervo y con toda la fuerza de esta rosa"
Al poco tiempo, la reina tuvo una hija a la que llamó Blancanieves, y todo el reino la adoraba, tanto por su espiritu rebelde como por su belleza. 
El invierno siguiente, fue el más duro que se recuerda, y la madre de Bancanieves falleció. El rey no hallaba consuelo. 
Aprovechandose de su tristeza, apareció un oscuro y misterioso ejercito que le obligó a entrar en combate.
El ejercito oscuro fue vencido, pero lo que se avecinaba era aún más oscuro..."

Así comienza el prólogo de esta nueva superproducción cuya historia es tan bien conocida por todos nosotros. Rupert Sanders debuta en este film y nos sumerge en una nueva versión del clásico de Blancanieves, con mucha más acción, más oscuridad de la que estamos acostumbrados y con la lucha del bien contra el mal eclipsando cualquier protagonismo de otras historias, poco creíbles si se hubieran dado por las constantes incoherencias y la velocidad extrema con la que suceden los trasfondos de los personajes "no principales" que, por lo visto, no aportan nada puesto que no intervienen en la trama principal.

La historia empieza con el reinado tenebroso de la bruja oscura, condenada a robar la vida de bellas muchachas para continuar siendo hermosa, utilizando su magia negra para arrebatarles cualquier rasquicio de hermosura. Encerrada en lo más alto de la más alta torre está Blancanieves, no sabemos muy bien por qué ya que Ravenna decide asesinar a todos los miembros de la familia real... pero a ella la encierra...
El conflicto llega cuando el espejito espejito mágico le revela a la malvada bruja que ya no es la más bella del reino, pues Blancanieves, llena de polvo, con las uñas negras, el pelo enmarañado y llena de suciedad hasta las cejas, ha superado su belleza hasta los límites de la cordura.
Cuando la princesa escapa, la malvada bruja manda a un cazador a buscarla con la promesa de una recompensa que el cazador no puede rechazar, pero al encontrala cambia de opinión, le da una clase magistral de defensa y asesinato y así nuestra heroína se convierte en una excelente guerrera con la sangre fría para degollar a cualquier criatura.

Blancanieves debe derrotar a la malvada bruja y devolver al reino la luz y, tras un bastante cuestionable discurso final, se le unen a la causa todo un ejercito, un duque, un grupo de enanos y el mismo cazador que quiso matarla al principio.


Los actores elegidos para tan esperado estreno los conocemos todos bastante bien (quizá a algunos más que a otros). Kristen Stewart, Charlize Theron, Sam Claflin y Chris Hemsworth. 
Vayamos por partes.



Kristen Stewart, conocida mundialmente por su protagonismo en la saga Crepúsculo, adorada por los adolescentes y convertida en ídolo juvenil en los últimos años. Puede que el papel de Bella le viniese bien (algo en lo que yo discrepo desde la primera película) pero sin duda alguna el papel de Blancanieves le viene demasiado grande. Nos deleita nuevamente con un sinfin de escenas sin sentimiento y con una inexpresividad tan dificil de creer que provoca una incertidumbre clara sobre a quién hay que apoyar en la historia. Puede que Kristen sea una joya, pero tiene que ser pulida a conciencia antes de volver a darle un papel de este calibre. Sin embargo, no todo es culpa de ella, pues el  desarrollo del personaje a lo largo de la película es absolutamente nulo, con lo cual, tampoco tiene muchas oportunidades para darle algo de profundidad... y las que surgen, Sanders prefirió dejarlas en un quinto plano y no terminar de aclararlas en ningún momento.

 Charlize Theron, sencillamente brillante, como siempre. Es de las pocas cosas que se salvan de la película. Interpretación exquisita con un dramatismo y una oscuridad propia de una reina malvada de estas condiciones. El problema viene cuando el espectador debe elegir la supervivencia de Blancanieves en lugar de la de la bruja malvada, porque sin duda el papel de la bruja llega mucho más profundo, está más trabajado, más asimilado y más interpretado.
Me temo que más de uno se pasaría al lado oscuro.



 Sam Claflin, visto anteriormente en Piratas del Caribe 4, interpretando al joven pastor que salvaguarda a la bellísima sirena. Claflin tiene un papel vacío y en más de una ocasión sin demasiado sentido. No sabes por dónde va a salir, ni siquiera el cometido final del personaje. ¿Simplemente interpreta una amistad de la infancia? ¿Son tan tan amigos que es capaz, después de tantísimos años en los que él creía que ella había muerto, de arriesgar su vida por salvarla? ¿Hay algo más en la mente de este valiente que el guionista no ha querido contar? No llegué a entender realmente la finalidad de la existencia de este personaje, lo único que queda claro es que es un excelente arquero, más allá de eso, nuevamente aparece un vacío en el trasfondo.

 Chris Hemsworth, también conocido como el  poderoso Thor, visto hace muy poco en Los Vengadores y anteriormente en su propia superproducción. El personaje del cazador está algo más logrado aunque también sufre un sinfin de incongruencias que todavía no soy capaz de comprender. Sin embargo, Hemsworth realiza una interpretación limpia y bastante buena en la que ofrece mucho más sentimiento, dedicación y asimilación incluso que la propia Blancanieves, convirtiendolo así, quizá, en más protagonista que la propia protagonista. Aún y así, el personaje carece de profundidad como todos los personajes masculinos, que parece más que estorban o que sean meros pegotes en la historia necesarios para darle algo de interés.





Blancanieves y La Leyenda del Cazador cuenta con un presupuesto desmesurado que supera ampliamente los 200 millones de dólares. Quiero pensar que la intención de Sanders era hacer un film digno de recordar, una película tan épica que se hablaría de ella durante años, un dvd que todos tendríamos en nuestra estantería y que nunca nos cansaríamos de ver. Pero la realidad es muy, muy diferente. Con un presupuesto de tal embergadura sólo se ha conseguido una producción con increíble fotografía, paisajes mágicos y escenarios tan maravillosos como perfectos, una banda sonora que  llega a lo más profundo digna de James Newton Howard, pero completa y absolutamente vacía. 
Una película de 127 minutos eternos que no consigue enganchar en ningún momento. No hay ritmo, progresión dramática ni una evolución creíble de los personajes, todo avanza a saltos, de manera forzada y arbitraria. Y así es difícil meterse en la historia.
Y como resultado, ni siquiera la batalla final es lo suficientemente grandiosa como para que impacte, todo lo contrario, tras poco más de dos horas de desconcierto, falta de emoción y poco protagonismo a segundas historias que hubiesen dado vida al film, la batalla final resulta terriblemente decepcionante.



Conclusión: demasiadas espectativas, mal sabor de boca y poquísimo interés en volver a verla.





lunes, 21 de mayo de 2012

Capitulo 01. Grito



…Entonces el cuervo sobrevoló las tierras de Toril, y sintió la libertad. Su alma se desenlazó del mundo y su espíritu surcó los aires y los tiempos.

Lo físico se convirtió en etéreo y la realidad pasó a ser un dibujo difuminado cuyo ojo avizor todo alcanzaba.

Faerûn… Kara-Tur… Zakhara… todos aquellos continentes no eran más que una mancha en la lejanía para el ave, que los sobrevolaba en círculos una y otra vez… una y otra vez.
Nadie sabe cuánto tiempo estuvo observando aquellas tierras, pero una noche, tras meditarlo mucho, bajó en picado hacia el continente elegido.

Voló entre las ciudades del desierto de Calimshán, entre los bosques del Weldath y las aguas de las Lunshaes. Viajó hacia el Gran Glaciar y quiso atravesar el Páramo sin Fin.  Recorrió Mulhorand en busca de algo que solo él sabía, atravesó los árboles de Amtar y recorrió el camino entre El Sheír y Túrmish.

Nada lo complacía, nada lo llenaba, nada le hacía sentirse de nuevo vivo. El aire que respiraba se calaba hasta los huesos, sus pulmones aspiraron y expiraron tantas veces que olvidó que aquello no era real, pues toda su carne, todas sus plumas, todo su ser sentía el frío del viento, el calor del sol e incluso el dolor de un estómago vacío. Nada lo tentaba, pero todo lo acongojaba.

En el transcurso de un solo pestañeo, se encontró de bruces con una guerra entre Dioses. Todos, los que conocía, aquellos de los que había oído hablar, incluso aquellos que existieron y dejaron de existir, todos estaban allí en un belicismo puro que trastornó el mundo, la paz y todo conocimiento. La crisis de los Avatares recorrió el continente durante dekhanas, tiempo ínfimo ante aquellos ojos amarillentos que observaban desde las alturas.

El cuervo, pequeño y desapercibido para los ojos de los Dioses, contempló el espectáculo deplorable sin deseo alguno de entrometerse. Tan solo dejó al Dios supremo hacer. Tan sólo dejó que pasase lo que debía suceder.


 Entonces escuchó un llanto.


Aquel débil y melancólico sonido provenía de tierras lejanas. Del este. Tan al este, tan lejos, que tardó años en llegar, y a pesar de volar raudo, cada día, cada noche, parecía que estuviese más lejos de aquel llanto.
Y cuando creyó estar cerca… cesó. No supo por qué, pero continuó batiendo sus alas, sobrevolado árboles, claros y ciudades enteras. Una fuerza mayor que aquel sonido lo arrastraba ahora, lo guiaba.

Hacia el este… siempre hacia el este.


Con el tiempo, llegó a una ciudad.
Una pequeña de unos 1500 habitantes, cuyo recinto amurallado estaba repleto de casas de piedra con el tejado de madera. Un bullicioso lugar en el que se intercambiaban mercancías y su importancia había crecido tanto en los últimos tiempos que multitud de casas se hallaban en plena construcción más allá de las murallas.
El interior era tan bullicioso como un distrito de Aguas profundas y a todas horas había carros
yendo y viniendo a todas partes.
El río, al que escuchó llamar Arkhen, fluía por el interior de la ciudad y sus aguas frías y rápidas eran utilizadas para el bien de la comunidad, tanto para el uso de un aserradero y un molino, como para extraer peces de su cauce.
Y navegando por él podían verse embarcaciones pertenecientes a las personas que vivían en el barrio, la zona más sofisticada y refinada de la ciudad.

Pero al cuervo aquello no lo sedujo y alzó el vuelo. Fue entonces cuando vio un bosque. Tan frondoso y salvaje que le fue casi imposible penetrar en él. Si hubiese sido hombre, hubiese tenido claro que sólo hubiese podido entrar a pie, pues los barranquillos y colinas lo hacían peligroso y traicionero. Podría haberse marchado igual que hizo en otros lugares… pero una terrible e incontrolable curiosidad lo arrastró al centro justo de aquel bosque.

Sobrevoló los arbustos con dificultad e hizo gala del camuflaje hasta llegar a su destino. Una arboleda, pequeña , desapercibida y tranquila. Un consejo… un círculo… un hogar para los suyos.

Se sintió en casa.

Escuchó una risa tenue al entrar en aquella arboleda oculta en medio del bosque del Arkho, en tierra de elfos, en tierra de Cormanthor. Y al atravesar el umbral de aquella tierra, protegida por los druidas que la fundaron, su plumaje desapareció dando paso a manos, piernas y carne, convirtiendose así en un hombre... en un semielfo.
La melena rojiza fue lo primero que se dintinguió de él en la arboleda, justo antes de que una criatura cayese desde las alturas de uno de los árboles, corriendo hacia él y abrazándole con fuerza. Apenas una chiquilla de unos diecinueve años, que había heredado el rojo fuego como tono de pelo, y cuyo poder druídico fluía por su sangre de forma que nunca antes había sucedido.
Encontró a Elhanar Hojaverde sentada presidiendo un círculo. La líder siempre había sido alegre, siempre escuchaba al resto y aceptaba las opiniones enfrentadas. Fuerte como un roble, así la describían todos.
A Hojaparda saliendo de la arboleda, dedicándole una última mirada a Elhanar. Amantes olvidados y perdidos en un bosque tan frondoso que ni siquiera ellos mismos han sabido encontrarse.

Y cuando la paz era lo único que sentía, cuando el alivio de haber regresado a lo que sentía su hogar palpitaba en todo su cuerpo, escuchó un grito extraño. Un grito que aullaba la criatura más antigua y mágica de la arboleda. El Trent.
Robleviejo nunca, jamás había despertado antes. Un suceso ancestral le robó la vida, haciéndolo descansar eternamente. Pero aquella tarde despertó de su sueño profundo, solamente para gritar y desgarrar el aire.

No hubo tregua, no hubo batalla… ni siquiera hubo suceso. El semielfo se giró y tan sólo en esa fracción de segundo encontró su hogar destruido. Los bosques del Arkho jamás ardieron con tanta intensidad, los cuerpos de sus hermanos jamás sangraron de tal forma, Robleviejo nunca había estado tan muerto y desnudo.

Entre gritos, sollozos y súplicas, el semielfo tomó de nuevo forma de ave y voló hacia las alturas. Sus lágrimas crearon una lluvia torrencial que apagó los árboles ardientes. Y allá, en la lejanía, pudo ver cómo varios carros arrastraban las ramas taladas del Trent sagrado, así como a aquellos grandes guerreros que habían apresado con vida.

Quiso volar hacia ellos, quiso arrancarles los ojos, lenta y dolorosamente. Pero algo lo detuvo a escasos metros. Una melena rojiza acompañado de un cuerpo de mujer, que salió de aquella caravana, sonriendo satisfecha. Una chiquilla de ojos verdes que tiempo atrás, cuando sólo era una niña, le había llamado Padre… su niña… su preciosa y dulce criatura.
   - El tiempo no os favorece, debéis partir – ella habló en la lengua de los hombres, una lengua que el cuervo desconocía pero que entendió perfectamente.
   - Ven con nosotros.
   - Mi lugar es el bosque.
   - Este ya no es tu hogar.
   - Este no es el único bosque.

Les guiñó un ojo seductora y contorneó su cuerpo, casi vendiéndose, mientras guardaba la gran suma de dinero que había ganado.
   - El trabajo está hecho.

El rojo fuego que emergió de su cabello al girarse y enfrentar al cuervo, fue tan deslumbrante, tan intenso, que el animal no pudo reaccionar hasta que el dardo se clavó entre sus ojos.
Un chiquillo retumbó en su cabeza, una fuerza superior lo arrastró a un abismo, y en la oscuridad de la nada el frío, la lluvia, el aire, el oxígeno desaparecieron para dar paso al incienso y la paz.

En la oscuridad de la nada abrió los ojos, blancos como el orbe lunar en su máximo esplendor, y esperó a que recobrasen su color cobrizo, apenados.
Allí, en la protección de su tienda, el semielfo miró al frente, dónde unos ojos mucho más asustados que los suyos le miraban penetrantes. Él negó con la cabeza. Nunca había deseado ese don… nunca había deseado las visiones… mucho menos cuando eran buscadas… mucho menos cuando hablaban de su hija… pero aún menos cuando la misma visión se repetía una y otra vez.
   - Reizel… sabes lo que hay que hacer – el susurro de la lengua silvana se escuchó en aquella tienda.
   - Sólo tiene diez años, Hojaverde… ni siquiera sabes si sucederá realmente…
   - ¿Cuándo han fallado tus visiones? ¿Cuándo has errado en alguna predicción? Yo responderé… nunca.
   - Sólo tiene diez años…
   - Y quizá gracias a eso la salvemos. Quizá en un mundo dónde no conozca la codicia se convierta en algo mejor que esa… - acalló sus palabras pues nada grato iba a decir. Reizel frunció el ceño y se apretó la sien.
Fuera, se escuchó el chillido juguetón de una niña pequeña, cuya melena rojiza estaba enmarañada y cuyas ropas habían dejado de relucir por culpa de la tierra y las hojas que las manchaban.
   - No puedo pedirle a Missara que se la lleve… no puedes pedirme que la eche… es mi hija…
   - No dejará de serlo, Reizel, pero debes entender. El Gran Padre la protegerá en su seno, la convertirá en una gran mujer, digna de regresar junto a nosotros. Cuando su mente inmadura haya adquirido aquello de lo que ahora carece… aquello que evitará que sea corrompida.
   - Hojaverde… por favor…
   - Reizel… la decisión no debe debatirse. La visión lo ha proclamado. La predicción está hecha.
   - ¿Qué te hace pensar que no es exactamente por esto por lo que acaba…?
   - ¿Traicionando a su pueblo? – Reizel señaló fuera de la tienda.
   - ¡Mírala, por los cielos! ¿Crees que ahí fuera, sola, no será más fácilmente corrompible? – Hojaverde guardó silencio unos segundos, pensativa – Piénsalo, por favor… no deseo restarte autoridad pero… te lo suplico… es tan sólo una niña pequeña que apenas ha comenzado a vivir… morirá ahí fuera antes de que nos demos cuenta – la líder alzó una mano.
   - Es posible… quizá tengas razón, pero no arriesgaré la seguridad de mi arboleda. Sé que es tu hija… y por eso no se irá sola. Yo misma le entregaré un compañero que la protejera y velará por ella en todo momento. Tu hija estará a salvo, te lo prometo. Hasta que cumpla veinte años y pueda regresar.
   - Elhanar… de nuevo te suplico… - ella alzó una mano exigiendo silencio.

El semielfo la miró horrorizado, sabía cuales sería sus próximas palabras y no las deseaba, no podría soportarlas. En la mirada de Hojaverde pudo ver la punzada de dolor, ella tampoco deseaba hacerlo, pero era su obligación. Como líder y protectora.
Cerró los ojos y separó los labios… sentenciando.
 
   - Isazara debe irse.


Seguiremos soñando

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