lunes, 10 de enero de 2011

Capitulo 09. Rescate


El viento soplaba con fuerza, tan fuerte que le costaba mantener el equilibrio y le costaba avanzar…. No había sido buena idea volar aquella noche en contra del viento, sin embargo los demás parecían estar acostumbrados a aquel tipo de situaciones y solo ella dos tenían dificultades.

Reduje la velocidad hasta alcanzarla, le tendí la mano y la ayudé. Nawiel me sonrió, sonrojada y bastante avergonzada por resultar tan inútil, pero le sonreí cálidamente apretando con cariño su mano y tirando ligeramente de ella hasta alcanzar al resto del grupo.

La formación era sencilla, dos delante, tres en medio y dos detrás. El avariel que iba en medio de la formación llevaba un bulto entre sus alas que le hacía más difícil volar aquella noche. Un bulto que iban turnándose cargándolo cada vez uno. Un bulto que una vez respondió al nombre de Grintü.

El sacerdote había comenzado a perder sus hermosas alas, ahora desplumadas y bastante desagradables a los ojos de un avariel, pero seguía con vida y para el grupo eso era lo importante. Habíamos conseguido rescatarlo después de una dura pelea en la que, por suerte, ninguno de nosotros había resultado herido. Suerte que no habían compartido sus enemigos.

Lo llevaríamos de nuevo a la aguilera, a su hogar, donde recibiría los mejores cuidados hasta que la hermosura de sus grises alas volviera a relucir, no importaba el tiempo que tardaran, no iban a abandonar a un compañero.

Nawiel miraba a Grintü apenada, sintiendo lástima por él, imaginándose lo terrible que debía ser perder lo más preciado para uno de su raza. Sus alas lo significaba todo para ella, desde niña le habían inculcado que ese rasgo la diferenciaba del resto de los seres haciéndola rozar la perfección. Perfección… Desde luego eso no era algo que ella quisiera, ni perfección, ni gloria, ni poder… ella solo quería surcar los cielos día y noche, solo quería ver el mundo que se abría ante sus ojos, solo quería ver más allá de su aguilera.

Yo la miraba de reojo, consciente de que mi querida Nawi se había adentrado en sus pensamientos. Apreté con dulzura su mano y suspiré mientras luchaba contra el viento avanzando a duras penas. Sabía que Nawiel deseaba cosas fuera de mi entendimiento y me esforzaba por pensar que tan solo eran chiquilladas que algún día se desvanecerían… pero lo cierto era que Nawiel ya no era una chiquilla, no, era toda una mujer, una hermosa mujer, y quizá aquello era lo que más me asustaba, saber que con el paso del tiempo sus locuras no había desaparecido, sino que se había acentuado.

Nawiel no había estado atenta ni un solo día desde que habíamos abandonado nuestro hogar, siempre distraía mirando los alrededores, algo que Celedrian no era capaz de entender… ¿qué vería ella en el exterior para que sus ojos brillaran de aquella forma?

Eché un vistazo al suelo, las nubes se había dispersado un poco y pude ver cómo sobrevolábamos un hermoso bosque. Si, es hermoso, pensé, pero nuestro hogar lo es más.

Entonces, ¿qué era lo que Nawi era capaz de ver y yo no?

Ferwel se retrasó ligeramente hasta colocarse a mi lado interrumpiendo mis pensamientos.

- Ya casi hemos llegado

Asentí en silencio y volví la mirada a Nawiel, que miraba hacia atrás maravillada observando cómo el bosque que acababamos de sobrevolar se alejaba. Sonreí triste y temeroso, pensando que, algún día, Nawiel cometiera alguna locura.

Y no tardaría en hacerlo.

- Lo siento… no debería estar contándote esto… me matará.

- No te preocupes, no le diré que me lo has dicho.

- Entonces… ¿qué piensas hacer?

- Nada… estoy cansado de esta situación. Y después de esto… ya no sé qué pensar.

- Lo siento…

- ¿Por qué te disculpas?

- No lo sé…

- Elfos… vais a hacer que pierda las plumas…

- Si yo no estuviera no tendrías estos problemas.

- Si tú no estuvieras, el problema principal seguiría estando… dime… ¿tú la amas?

- Si…

- Pues entonces lucha por ella. Después de lo que me has contado, tengo la sensación de que ella, inconscientemente, ya ha elegido.

- Pero no significa nada… solo…

- ¡Déjate de excusarla, maldita sea! ¿Tanto quieres que la tenga otro?

- No…

- Entonces cállate de una vez. Vete si tienes que entrenar, pero vuelve pronto, y cuando lo hagas, dalo todo.

- ¿Cuidarás de ellos mientras no estoy?

- Si, tranquilo… y le echaré un ojo especialmente a tu hermano.

- Gracias Cel… eres un amigo…

- Sí… y eso lo hace todo más difícil.

- Sí…

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