lunes, 10 de enero de 2011

Capitulo 06. Amor



Largos fueron los años que pasaron lentamente ante mis ojos. Largos y sencillos, sin percances ni situaciones importantes cuya mención sea necesaria en esta historia.

Mi querida y adorada hermana pronto dejó de preguntar por mis fallecidos padres, quizá el motivo fue el recuerdo de lo sucedido, o quizá simplemente se cansó de preguntar. Nunca lo supe pues, aun bajo la insistencia de Nawiel, nunca quise hablar del tema con Clarise. La veía feliz, volando de punta a punta de la aguilera, haciendo amigos, soñando despierta… no quería volver a sumirla en esa terrible sensación que provoca la pérdida.

En cuanto a mí… Ythalir se ocupó de mis enseñanzas arcanas. No era un hombre de teoría, de modo que apenas rozábamos los libros, salvo para investigar nuevos conjuros para él. El avariel era absolutamente de práctica y su enseñanza se basó en mostrarme el conjuro y enseñarme a manejar la urdimbre para crearlo en mis manos.

Las clases eran inconstantes debido a sus largos viajes fuera de la aguilera. Siendo niños permanecía a nuestro lado casi todo el tiempo, pero una vez nos convertimos en adultos, Ythalir volaba lejos cada poco tiempo y permanecía ausente varias dekhanas. Fue bastante cuestionado en la aguilera cuando descubrieron que el motivo de sus ausencias se debía a que Ellëanor, la elfa que nos llevó a él, había dado a luz a una pequeña criaturita. Medio elfa, medio avariel… sin alas.

Fueron muchos los que tacharon a la niña de engendro, muchos los que se escandalizaron por la mezcla de sangre, pero Ythalir nunca, jamás, borró la sonrisa estúpida de su rostro. Amaba con locura a aquella pequeña y no le importaron los comentarios de sus camaradas.

Creo que fue ahí, cuando descubrimos la existencia de su hija, cuando Clarise empezó a sentir curiosidad por las demás razas.

Nawiel nunca dejó de alentar su curiosidad, incluso cuando yo me molestaba por sus continuas historias, seguramente inventadas (o al menos eso esperaba), que dejaban a Clarise con la boca abierta durante horas.

Nawiel y yo pasábamos mucho tiempo juntos… y solos. No era ningún secreto que a ambos nos gustaba nuestra compañía y fueron muchas las noches que nos atrevimos a salir fuera de los límites impuestos por su hermano, Ferwel, adentrándonos en el bosque espiando a los animales que allí vivían.

La primera noche que Nawiel me sujetó la mano mientras caminábamos bajo los árboles, sentí que todo mi cuerpo se estremecía. Ella me sonrió, sonrojándose como una niña, haciendo que mi corazón estallase. Caminamos con las manos entrelazadas hasta un pequeño claro, donde decenas de pequeñas hadas revoloteaban en un baile improvisado, mientras la luz de la luna iluminaba con elegancia el pequeño oasis que descansaba en el centro.

La contemplé sobrevolarlo, acariciando el agua con las yemas de los dedos mientras me miraba de reojo y emitía alguna que otra risilla infantil, provocando que mis latidos se sintieran más fuertes y la vergüenza hiciera acto de presencia en mis mejillas.

Llevábamos tantos años juntos que ni siquiera me había dado cuenta de cómo había sucedido, pero lo cierto es que la amaba, más que a nada en este mucho o en cualquier otro que pudiese existir, y lo mejor de todo era que ella me correspondía.

- Ven Celedrian, bailemos

Su risa aniñada se escuchó por todo el claro mientras se posaba con dulzura a mi lado, sujetaba mis manos colocándolas en su cintura y rodeaba mi cuello con sus finos brazos.

- Baila conmigo – me susurró.

Y fue un susurró que aún hoy recuerdo, cuando escucho la más leve música, cuando veo a alguien moverse dejándose llevar por el ritmo, lo primero que escucho es esa frase en mi cabeza.

Nos movimos al compás de una música silenciosa, mientras mis ojos la contemplaban, tan hermosa, tan dulce.

Esa noche no regresamos a la aguilera. Fue la primera de muchas más noches que existieron después, pero aquella fue la más especial, la primera noche que pasamos juntos, el primer baile torpe, la primera sonrisa pícara, la primera caricia atrevida, el primer susurro romántico…

…el primer beso apasionado.

- Y tú Celedrian, ¿sabes bailar? – Suhaila y Estela me miraban interrogantes esperando, seguramente, un “no” como respuesta y así poder usar sus armas de mujer y enseñarme.

- Sí, sé bailar – fue gracioso ver su cara de decepción.

- ¿En serio? – Tensei me miraba tan extrañado que seguramente hubiese podido bailar en ese momento y él hubiera seguido sin creerlo.

- Claro, aprendí cuando era joven – sonreí melancólico y di gracias de que no me preguntasen quién me había enseñado.

No quería hablar de Nawiel…. ahora ya no.

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