lunes, 10 de enero de 2011

Capitulo 07. Lenaly


Recuerdo la primera vez que Nawiel me presentó a sus dos hadas. Vera y Lenaly.

La primera, había forjado con mi querida amada un lazo emocional irrompible, una conexión que tan solo los arcanos podíamos entender, una promesa silenciosa de eterna compañía.

La segunda, había sido encontrada por la avariel años después, junto a un arroyo, mal herida, casi muerta… La bondad de Nawiel y el amor de Vera lograron que la pequeña Lenaly se recuperase, más hubo algo que jamás pudieron lograr. Lenaly, no volvió a hablar.

Al principio, me gustaba verlas revolotear juntas a nuestro alrededor, se las veía muy felices, pero siempre noté que Lenaly prefería posarse en mi hombro o dormir acurrucada en mi cuello. A pesar de las horas interminables que pasábamos juntos, ambas acababan marchándose con Nawiel, y el pobre avariel, es decir, yo, volvía solo a casa a contarle a Clarise las aventuras soñadas aquel día.

Pronto se acercó el centenario de nuestra llegada. Cien años habían pasado desde aquella noche en que Ythalir había aparecido en la aguilera con dos pequeñas criaturitas que pasarían a formar parte de aquella familia.

Cien años que, para mi sorpresa, se celebraron por todo lo alto. Todos se vistieron de gala (no hace falta que diga lo tremendamente impresionante que estaba Nawiel esa noche), hicieron una gran fiesta, comimos, bebimos y bailamos toda la noche.

Fue un momento realmente hermoso que recordaré con cariño eternamente.

Sin embargo aún me esperaba una sorpresa.

Nawiel me citó en el claro al que solíamos ir muchas más noches de las que Ferwel sospechaba. Estaba tan nervioso que incluso llegué mucho antes de lo que me había dicho y me puse de los nervios esperándola. Pero al ver su figura aparecer entre los árboles mi corazón se calmó el tiempo justo que ella tardó en acercarse y besarme como todas las noches, con tanta dulzura y amor que conseguía erizar todo el bello de mi cuerpo.

- Tengo un regalo para ti.

- ¿Para mí?

- Claro, después de cien años a nuestro lado, creo que te lo mereces.

- Yo no tengo nada para ti…

- No seas bobo, esta es tu fiesta, no la mía.

- Ya pero…

- Calla. Toma.

Me tendió una caja cuadrada, no muy grande pero tampoco muy pequeña.

- Ten cuidado, es muy delicada.

Alcé una ceja intrigado y la abrí con cuidado, intentando moverla lo menos posible, tratándola con delicadeza. La sonrisa que expresé fue tan grande al ver el interior que Nawiel se echó a reír.

Lenaly llevaba un vestidito rojo y un pequeño lazo atándole el pelo. Me miró sonriente y salió de la caja, dando varias vueltas a mi alrededor, besando mi mejilla y sentándose en mi hombro.

- A Lenaly le gustas.

- Y a mí ella.

- Lo sé, lo he visto.

- ¿Qué quieres decir?

- Lo que hay entre vosotros es lo mismo que lo que hay entre Vera y yo. Es extraño que haya sucedido así, pero ella te ha elegido y tú a ella.

Miré a la pequeña hadita que sonreía sonrojada mientras me estiraba del pelo jugueteando.

- ¿Si Lenaly? ¿Quieres ser mía? – ella asintió repetidas veces – Bien, entonces yo seré tuyo.

- ¡¡Hadita!!

- Se llama Lenaly – Kuea se acercó tanto a mí que tuve que esforzarme contra viento y marea por no mirar dónde no debía… ¡¡no era culpa mía!! Que alguien le dijese que se tapase un poco…

- ¡¡Lenaly!! – la pequeña hada salió del interior de la capucha estirándose, últimamente dormía mucho pero le encantaba hacerlo acurrucada en mi cuello - ¡¡Sal sal, juguemos!!

Lenaly salió y revoloteó alrededor de Kuea, jugando con ella. Yo no pude evitar mirar las piernas de la humana… bien hubiera hecho en no hacerlo.

- ¡¡¡TÚ!!! ¡¡¡PERVERTIDO!!!

- Tensei…

- ¡¡¡¿DÓNDE TE CREES QUE ESTÁS MIRANDO?!!!

- Lo siento, lo siento…

- ¡COMO VUELVA A PILLARTE TE JURO QUE TE MATO! – me apuntó con una de sus armas y le miré alzando una ceja, incrédulo.

- Ten cuidado, no despiertes la ira de un avariel.

- ¡No me asustan tus amenazas! ¡¡No toques a mis mujeres, me oyes!! ¡NO LAS TOQUES!

- Que no, que no – resoplé.

A veces, hablar con Tensei, era como hablar con las paredes

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