martes, 7 de agosto de 2012

Capitulo 03. Osa



Primera dekhana del mes.
Esa mañana el cielo estaba encapotado en las tierras de Cormanthor. A pesar de que el horizonte estaba nublado, y la densidad impedía ver más allá de varios metros de lejanía, Missara no anuló sus rezos matutinos.

Como cada primer día de mes, caminó en silencio con la única prenda de un suave camisón blanco de seda, que arrastraba su cola por la hierba húmeda, tornando el borde del marrón claro propio de la tierra.
Ella, hermosa, delicada y frágil, dirigió sus pasos hasta un pequeño estanque sagrado no muy lejos de la arboleda, donde cada primera mañana del mes, bañaba su cuerpo desnudo dejando que las pequeñas hadas revolotearan a su alrededor, cuchicheando vergonzosas.

Su piel se erizó al contacto con el agua, pues aquella mañana estaba más fría que de costumbre. El aire arremolinó su cabello y el inicio de la lluvia hizo que aquel ritual fuese más hermoso que de costumbre. Las pequeñas gotas rebotaban con elegancia en su piel blanquecina mientras su aliento formaba pequeñas nubecillas de vaho a su alrededor.

El silencio, infinito e imperturbable, ni siquiera se vio alterado cuando una segunda figura se acercó al estanque, observando con seriedad cómo la mestiza se bañaba mientras dedicaba un baile lento al viento y a los dioses.

Sus ojos se encontraron interrumpiendo así la danza. Missara miró a la otra presencia confundida, alterada y, ¿por qué no decirlo?, temerosa. Pues no era un humano quien observaba. No era un elfo o un mestizo. No era ningún ser mitológico ni ningún Dios curioso que hubiese decidido presentarse.

Tan sólo una osa, de pelo brillante, afilados dientes y ojos intensos que la miraban penetrantes.
Correr era inútil, ella bien lo sabía.

El animal se acercó con lentitud y se introdujo en el estanque, acercándose a la mestiza, paralizada bien por miedo, o por curiosidad. La rodeó varias veces, olfateando hacia ella, mientras luchaba por deshacerse del agua que se pegaba a su cuerpo. Missara inclinó la cabeza, con cortesía y respeto. Su esposo le había enseñado el lenguaje de los animales, pero el miedo a cometer algún fallo y molestar al animal se apoderó de ella, y prefirió permanecer en silencio.

La osa se acercó de nuevo, hasta colocarse frente a ella. Gruñó con decisión provocando en Missara un escalofrío. Se alzó sobre sus patas traseras y rugió con más fuerza, salpicando agua en la cara de la semielfa.
De nuevo sus ojos se encontraron, y el rojo intenso que el animal hacía brillar, de pronto, se tornó negro.



  
   “   - Siempre supe que no era una osa normal – la joven Isazara vendaba una herida en el brazo de aquel hombre llamado Marcus.
         - ¿Qué quieres decir?
         - Bueno, nunca se comportó como tal, era más bien un cambio de personalidad repentino. Shía siempre ha sabido lo que sucedía a nuestro alrededor, siempre ha sabido lo que debíamos hacer o a dónde debíamos ir.
         - No comprendo…
         - Bueno… no lo sé con certeza pero… creo que era una cambiante”


Reizel abrió los ojos sobresaltado. Una nueva visión, aunque esta vez no tenía claro si había sido del futuro… del presente… o quizá del pasado… últimamente su percepción del mundo empezaba a estar distorsionado.
Acercó una mano a su lado, buscando la calma en el cuerpo de su esposa. Pero ella no estaba.
Suspiró y miró por la ventana.
   - El primer día del mes…

Se vistió con parsimonia consciente de que Missara no regresaría hasta el atardecer. Volvió a cerrar los ojos, ya vestido y sentado al pie de la cama, respirando hondo varias veces, haciendo acopio de todas las fuerzas a las que debía reunir cada mañana al levantarse.
Un rostro le vino a la mente. Una mirada infantil convertida ahora en adulta, una melena rojiza llena de hojas y ramas, ahora convertida en divertidos tirabuzones enredados con gracia. Un cuerpo pequeño ahora crecido y con líneas definidas… toda una mujer.
La culpa aún seguía persiguiéndole, a pesar del transcurso de tantos años.

   - ¡Reizel!
El grito provino del exterior. Él se incorporó en apenas un pestañeo y salió de la pequeña tienda extrañado. Hojaverde no debería estar allí.

No hay comentarios:

Seguiremos soñando

Seguiremos soñando

Índice