miércoles, 27 de octubre de 2010

Capitulo 16. Despedida (final)


El viento soplaba con calma aquella noche. Allí, sola en lo más alto de los Pináculos, observé el infinito dejando que me atravesara. El fin de una época había llegado.

Largos años habían transcurrido desde aquella primera noche en la que mis ojos habían visto su destello oscuro cruzarse en el camino. Largos años de guerra, de odio, de venganza, de debilidad y de coraje. Cada uno, en su momento, se habían apoderado de mí, y sólo aquella noche, ante el manto arbóreo del bosque de Nevesmortas, sabía con total seguridad, que había terminado.

Mi mente repasó la batalla durante semanas, buscando el más mínimo fallo, el más leve engaño que me llevase a creer lo que tan fervientemente creía. Pero no había nada… no encontraba nada… y eso sólo podía significar una cosa: había sucedido.

Edharae, mi eterno enemigo, mi némesis, mi opuesto… había caído. Y con él, toda la ira y el deseo de venganza que tantos años había arrastrado. Mas una pena acongojó mi alma, pues su muerte no había calmado la tristeza de mi corazón. Su muerte no me había devuelto a aquellos que había perdido bajo su mano. Su muerte, ahora, tan sólo había dejado un vacío en mi ser.

Cerré los ojos y recordé. Reviví el haz de luz que nos envolvió, un haz creado por su magia traicionera. Reviví el destello oscuro que recorrió los escasos centímetros que nos separaban, la misma muerte, disparada por mi arco, atravesar su pecho. Recordé verle hincar la rodilla en el suelo y mirarme con odio, con respeto y con alivio.

Después de tantos años, al parecer no era la única cansada de nuestro viaje privado.

Recordé cómo la oscuridad nos envolvió a ambos y que cuando la negrura se disipó su cuerpo y mi flecha se habían desvanecido, tan sólo encontré la mirada fría de Richard esperando averiguar qué me entretenía.

Él se había marchado sin dejar que aliviase su herida… una herida de la que nunca hablaríamos.

Ninguno.

Jamás.

Las nubes se despejaron y sentí unos brazos rodear mi cintura, a la par que una barbilla se apoyaba en mi hombro y unas labios cálidos besaban mi cuello.

- Llevas muchas horas aquí… ¿Seguro que estás bien? – el calor de Connor siempre me reconfortaba. Su olor, su tacto… siempre me hacía recordar lo afortunada que era.

Su enfado había sido considerable al saber que me había marchado sin avisar, y la participación de Richard en mi pequeña aventura fue algo que me costó contarle. Pero ahora había pasado, ahora volvíamos a estar juntos y ya nada oscurecería más nuestro futuro.

Ya nada…

- Tuii ha montado toda una chocolatería abajo ¿No quieres venir?

Me giré y le sonreí, besándole después mientras mis manos atraían su cuerpo hacia el mío, sintiendo su calor a través de la ropa.

- Claro, sólo déjame unos segundos más, enseguida bajo.

Connor frunció el ceño, no muy convencido. Sabía que había vuelto rara tras la pelea, pero confiaba en mí… lo veía en sus ojos.

- ¿Les diremos hoy que nos vamos? – asentí – Tuii se pondrá hecho una furia…

- Que se enfurruñe lo que quiera… una temporada en Athkatla nos irá bien.

- Sobre todo a ti – sonreí, me besó de nuevo y se marchó sin decir nada más.

Athkatla, ese era ahora nuestro destino. ¿Quién sabe si regresaríamos alguna vez?

Miré de nuevo hacia el horizonte, una vista que, seguramente, tardaría en volver a disfrutar, pero así era el destino, cambiaba, y nosotros debíamos amoldarnos a los cambios.

Suspiré y llevé la mano al pecho, la idea de irme me aliviaba, pero no sanaba la herida de mi interior. Amaba a Connor más que a nada en este plano y en todos los que existieran… pero ese amor no cubría el vacío que ese desgraciado sharita había dejado.

Por primera vez desde que era Guardiana, me sentía perdida. Toda mi vida la había basado en encontrar a ese hombre y destruírle… y ahora… ¿Ahora debía conformarme con ser una elfa más? ¿Una arquera más? ¿Una aventurera más?

Me di la vuelta, dando la espalda al horizonte. No, me negaba a ser simplemente una más. Bien fuese en Athkatla o aquí de nuevo si regresábamos, encontraría un nuevo destino, un nuevo sueño.

La luz de la luna iluminó mi cuerpo, y entre las nubes pude ver a siete estrellas brillando con fuerza, firmes y resplandecientes. Mi amada Selune tenía muchos planes para mí, tenía su ojo puesto en mis decisiones… y no pensaba defraudarla.

Largas horas pasamos disfrutando de aquella fiesta, y largas dekhanas transcurrieron sin nosotros.

Y fueron muchos los años que tuvieron que pasar, para saber que la tercera semana del quinto mes tras mi marcha, una flecha negra se encontró clavada en la corteza del árbol más alto de los Pináculos.

Una flecha negra que rezaba mi nombre…


Una flecha negra que, una vez, clavé en el corazón de un sharita.

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