domingo, 26 de septiembre de 2010

Capitulo 08. Traición


¿Habría Aluriel acabado con Edharae? No lo creo. – Esbocé levemente mi característica sonrisa.

Sentado frente a la chimenea observaría pasar otro día más, otro día gris. Pero antes de que el sol volviese a aparecer, resonó la puerta con firmeza, alguien estaba llamando.

La puerta se abrió y tras ella, una silueta bien definida.

- Vaya, tan puntual cómo siempre.

- Déjate de estupideces Richard, tenemos que hablar.

- Pasa, ve al salón y ponte cómoda. – Mis palabras parecieron ser molestas, su gesto así lo decía.

Entró como un huracán, seria y firme como nunca la había observado antes. Me encaminé hacía mi preciado sofá, dónde descansaba antes. Aluriel, haría lo mismo en el adyacente.

- Creo que tienes algo que contarme.

- ¿Por qué? ¿Debería?

- No estaba, Richard, Edharae no estaba y parece que lo sabían. En cambio… Uno de los allí presentes insinuó algo sobre ti. Hay algo que sabes y que ocultas. – Su voz sonaba serena pero a la vez furiosa, pausada pero firme a su vez.

- Bien, Aluriel… Si es eso lo que quieres… - Me levanté con tranquilidad del asiento.

La conversación comenzó. Sólo conocería lo que yo quisiese que supiera. Al continuar con la charla, Aluriel se levantó cansada o furiosa al escuchar esas palabras salir de mi boca. – Edharae ha estado aquí, hablando conmigo.

- Ya me lo advirtieron y no hice caso… ¡Maldito bastardo, no eres mejor que ellos!¡Eres miserable! – me miró decepcionada – Y yo que había decidido confiar en ti…

De espaldas a ella, dejaría que se desahogase, que soltase todas aquellas pestes por la boca. Pero no, no debió hacer eso.

- ¡Mírame Richard! ¿O acaso también eres un cobarde? – Su mano tocó mi hombro intentando hacerme girar.

Sólo un codazo fue suficiente para vaciar sus pulmones, un golpe seco en la nuca bastaría para dejarla inconsciente.

- Supongo que no te lo esperabas… - La levanté del suelo y eché sobre el hombro.

Ahora queda llevarla hasta él, pero no podría salir de allí con todos esos malditos guardias y asquerosos fisgones. La cosa era sencilla, usar el Shóndakul para salir de allí y partir hasta Edharae desde otro lugar. No sería la primera vez en hacerlo.

Por suerte, no me crucé con nadie. Quién iba a decir que tan sólo valdría con esquivar los caminos, de todos modos, tenía alguna treta preparada, por si acaso.

Encontrar el lugar no fue costoso. Proseguí por el camino que bordea Khelb hasta llegar allí, me estaban esperando. Edharae y sus vasallos, él sonrió al verme.

- Creí que no vendrías. – Me detuve en medio de todos, desafiante como siempre.

- Cállate y dime dónde la dejo.

- Entra y déjala en la celda, mis chicos se ocuparán del resto.


Con una mirada, hice saber que entraría, si ellos se apartasen o no, eso daba igual. Todos se apartaron, por miedo de saber que les pasó a sus camaradas o por estar Edharae presente, para mí era indiferente.

La dejé en la celda y la despojaron de todo su equipo, no le di importancia, ya no era asunto mío. Di media vuelta y me dirigí hasta la salida, Edharae esperaba allí.

- Bien Richard, un trato es un trato… Pronto contactaré contigo y tendrás tu premio y quién sabe, quizá hagamos más tratos. – Una carcajada resonó en aquel lugar, demasiado fuerte para una sola persona.

Busqué con la mirada y allí lo pude ver, ésos ojos dorados observándome. Entorné levemente los ojos para intentar reconocerlo. Su rostro se fue dibujando poco a poco, mostrándose en la oscuridad. Ilthür, Ilthür el asesino. Antiguo compañero de mi padre y asesino de mi madre. Allí estaba él, sonriente, cómo si me reconociera.

Di media vuelta y volví a adentrarme dónde tenían a Aluriel enjaulada, Edharae preguntó.

- ¿Dónde vas Richard? – Algo extrañado.

- He dejado algo dentro… - Edharae asentiría con la cabeza sin más.

Antes de llegar a la sala dónde estaba Aluriel, pude cruzarme con uno de los lacayos. Por lo que deduje, guardaba el equipo de la elfa, ése arco era inconfundible, tanto casi como el Walaanela Ycanes del Elfo Salvaje.

Me agaché y cogí el arco.

- ¿Qué haces? Edharae ha dado orden de que nadie toque eso.

Recuperé la posición y tapándole la boca con mi mano izquierda, la derecha desenfundaría una de las Gemelas para ensartarle completamente. Susurré - Edharae acabará como tú… Dejé caer el cuerpo y después de limpiar el arma en su ropa recogería el resto del equipo.

Ella aún estaba en la celda, inconsciente. Forcé la cerradura y tiré su equipo a sus pies, excepto el arco. Abrió los ojos sorprendida, tardaría un rato en ubicarse.

- Ponte en pié, y acaba lo que hemos empezado. – Le lancé el arco para observar si había recuperado los reflejos.

- Y ahora… ¿A qué viene esto Richard? – Sujetó su arma de una sutil manera, como solo un arquero arcano sabría hacer.

- No lo hago por ti, Aluriel.


- Pues si existe una próxima vez, evita la demostración de virilidad. –Comentó acariciándose el abdomen.

- ¿Acaso hubieras aceptado si te lo hubiera comentado? No esperes que te lo pida por favor.

- Claro queda… No confías en nadie.

- Deja de lloriquearme y levántate. Ya tienes la situación a tu favor, ahora saldremos ganando los dos. Vamos, es hora de matarlos a todos. – Sonreí sádico.



Ambos salieron de la habitación, para dar el siguiente paso… el último.



(by Richard)

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