martes, 25 de mayo de 2010

El corazón de un semiorco.


Noche cerrada se cernía sobre Nevesmortas y sus alrededores. Noche sin luna que solo podía significar una cosa: oscuridad. El viento golpeaba con respeto las copas de los árboles y el silencio era el único aliado de aquella figura que atravesaba con decisión el arenoso camino con un único destino: La Flecha del Destino.


Bien era conocida su fama por ser una excelente compañía artesanal, y sus puertas de abrían día y noche dejando entrar a sus artesanos, guardianes o alguna de sus preciadas sacerdotisas. Pero no sería ninguno de esos cargos el que atravesaría los portones aquella vez, sino un humilde mensajero portando entre sus manos un pequeño papel en dónde relucía inscrito: “Göyth”.

Consciente de su fama, pues bien era sabida por todo el mundo, el humano sujetó la carta entre los labios y comenzó a trepar por la inmensa escalera que subía hasta los Pináculos, y allí, después de recobrar el aliento, encontró como todos hacían siempre, mirando hacia el horizonte con sus manos reposadas en las empuñaduras de dos estoques perfectos, al veterano guardián.


Una leve mirada al escueto mensaje le bastó al elfo pelirrojo para encaminarse hacia la villa, consciente de que allí le esperaría el emisor del mensajero, mas sus pasos se vieron retrasados justo frente a la puerta por la llegada de otro guardián.

- Buena luna Göyth.

- Buena luna, Aluriel. ¿Alguna novedad?

- Ninguna desde anoche.

- Bien. Debo ir a Nevesmortas. Acompañadme si así lo deseáis.

- Claro.

La hermosa elfa le dedicó al guardián una sonrisa y estuvo a su lado durante el camino, ignorante de la carta recibida.


Ambos atravesaron las puertas de la villa y se dirigieron directamente a la plaza. Allí, sentado junto a la fuente, con el rostro descompuesto y signos visibles del resultado de una batalla cercana, se hallaba Gorfuk, el semiorco.

Göyth caminó hacia él aminorando el paso según se acercaba y clavó sus ojos rojizos en la figura del bárbaro.

- Recibí vuestro escueto mensaje. Decidme Gorfuk ¿qué asuntos queréis tratar conmigo?

- Si… debemos hablar.

- Tomemos algo en la taberna.


Los dos hombres caminaron seguidos por la guardiana, quien se situó tras el veterano guardián una vez tomaron asiento en la sala. No fue mucho el tiempo que estuvieron solos, pues Connor, miembro de la compañía artesanal, hizo acto de presencia, siendo invitado por sendos hombres a quedarse en la conversación debido a su participación en lo que, muy pesadamente, el semiorco iba a contar.

- Bien, contadme entonces, Gorfuk.

- Si… - hizo una larga pausa ordenando sus pensamientos y tomó aire – La otra luna fui con algunos miembros de tu tribu, atravesamos el bosque y sufrimos un ataque. Nuestros asaltantes fueron los Zhentarim, y Ny… - el bárbaro tomó aliento, sin duda alguna le costaba pronunciar ese nombre. Un nombre con tanto significado para él que el ser incapaz de decirlo aún le producía más dolor –… Nyx… estaba con ellos.


Cualquiera que se fijase un poco podría vislumbrar las moraduras que recorrían el cuerpo del semiorco, signos más que evidentes de la batalla que habría librado y que sus palabras tan poco habían mencionado.


Alguien irrumpió en la sala, uno de los centinelas de la Flecha del Destino se acercó nervioso y le tendió una carta al pelirrojo guardián, quien la tomó en un rápido y elegante movimiento, leyéndola en escasos segundos.

- Aluriel – ordenó.

- ¿Si, Göyth?

- Delego en vos esta conversación – dirigió la mirada hacia el semiorco – Me temo que es precisa mi presencia en la sede. Disculpadme y seguid con Aluriel.


Gorfuk siguió con la mirada al oscuro guardián, mientras este se perdía entre la gente de la taberna y Aluriel ocupaba su lugar, mirándole fijamente dedicándole una sonrisa.

- Seguid Gorfuk – el semiorco asintió mientras miraba de reojo la figura del caballero Khay acercándose hacia ellos, seguramente al ser los únicos conocidos en la sala esa noche.

- Buena luna a todos.

- Caballero Khay – saludaron todos.

- ¿Deseáis que el caballero Khay escuche vuestras palabras, Gorfuk?

- Si… si.

- Bien, proseguid entonces. Sir Khay, tomad asiento.

- Durante el ataque, me defendí como pude de ellos, incluso di muerte a uno – sonrió recordando aquel combate –. Nyx atacó a los que venían conmigo, a todos menos a mí. Una fugaz mirada suya me bastó para comprender que no me haría daño y… se lo agradecí.

- Quizá te necesite para algo, Gorfuk – intervino el capitán de la orden de caballeros –. Te aconsejo como amigo que no lo hagas, que no te acerques a ella; y como capitán de la guardia de la orden, te advierto que si se te ve con ella o tramando planes, estarás en una mala situación. Ve con pies de plomo, amigo mío, no te vuelva a pasar lo que te pasó por culpa de una falsa leyenda y rumores absurdos.


Cierto. No era la primera vez que aquella mole bárbara se veía envuelta en un entramado de profecías, habladurías y suposiciones. Sin embargo aquella vez era distinto, un lazo de amistad eterna unía a ese hombre y a la prófuga, y la duda, el dolor y el miedo por perderla se veía reflejado en su rostro.


La joven guardiana alzó una mano hacia el capitán pidiéndole, con educación, que guardase silencio mientras el semiorco relataba lo sucedido, instando segundos después al narrador que siguiese su historia.

- El problema vino después. Damián Astarte vino para matarme – el silencio se apoderó de los presentes –. Al ver que Nyx no me atacaba pensó que era colaborador suyo – deslizó con cuidado la hombrera izquierda del sitio mostrando a sus acompañantes varias heridas hechas sin duda por certeras estocadas a manos del famoso trovador –. Tras un largo e igualado combate, nos retiramos al ver nuestras fuerzas empatadas.

- ¿No os dijo nada? ¿Os atacó sin más? – no había emoción alguna en las palabras de la guardiana, quienes bien la conocían sabían de su poco aprecio por Damián.

- Si… sin más. Solo pidió “explicaciones” tras casi matarme. Conversamos y trató de convencerme para que me entregase…

- Gorfuk… – la guardiana desvió la mirada hacia Connor, el artesano perteneciente a su compañía rompía su silencio en toda la conversación – hay que reconocer que tu comportamiento antes del ataque Zhent era algo extraño. No te estoy acusando de nada, que conste, sabes que confío en ti.

- De todos modos, no tenía derecho a tratar de matarme ¡A mí!... Por mis ancestros… Nyx es mi amiga, pero no apruebo cómo actuó en el bosque… ¿es tan difícil de comprender? ¡Demonios! El maldito Damián trató de convencerme de que había hecho algo malo ¡Já! Elfo enclenque…


Todos intercambiaron miradas, algunos buscando la complicidad entre ellos, otros organizando sus ideas.

- Solo pido que no me den a elegir entre la villa y mi amiga… porque no podré elegir… Ella tiene motivos para atacar… no los comparto, pero puedo entenderlos…

- ¿Los entendéis? – el capitán de la orden de caballeros abrió considerablemente los ojos dirigiendo una mirada sorprendida al bárbaro. No podía creerse aquella declaración.

- Si Khay, han generado en ella un profundo odio hacia todos… es comprensible después de haberla encerrado como a un sucio animal.

- Creo que no es plausible entender por qué se asesina a sangre fría. Todo aquel que espera un juicio debe aguardar encerrado, es una de las consecuencias, Gorfuk – El capitán fue cortante en sus palabras que apenas hicieron mella en el semiorco.

- Tú no estuviste en el desierto, así que no sabes qué pasó realmente. De todas formas, no voy a discutir eso ahora – Dirigió de nuevo la mirada hacia Aluriel –. Damián me convenció de que no pasaría nada, que entendía mi situación… y cuando estábamos cruzando el bosque de Nevesmortas ¡Me atacaron todos por la espalda! Hart, Malakai, una gnoma y Damián… ese bardo asqueroso…


El silencio volvió a hacer acto de presencia, era difícil asimilar el relato con tales revelaciones y los tres interlocutores se quedaron sin palabras, ninguno supo qué decir, incrédulos. La joven guardiana clavó sus ojos negros en el bárbaro pidiéndole que prosiguiera, consciente de que no había terminado ahí el asunto.

- Me arrastraron a la ciudad y, por lo que supe después, Damián les convenció, esa vil sanguijuela lo hizo, de que me entregasen a la Guardia. Y luego tuvo el descaro de decirme, mientras me tenían atado como a una bestia, que era por mi bien… Y lo peor no es eso… Tuii, el gnomo mago o hechicero… ¡o lo que sea! Desapareció…

- ¿Y no ha vuelto a aparecer aún?

- ¿Desapareció? Bueno, si es arcano, se haría invisible.

- No… - el bárbaro negó apesadumbrado – seguramente Nyx y los Zhentarim se lo llevaron.

- Esperad… - la guardiana se irguió mirando fijamente al semiorco - ¿me estáis diciendo que Tuii está capturado?

- Si Aluriel… Hart buscó huellas, aún invisible hubiera encontrado algo, pero no dio con nada, simplemente el gnomo se esfumó.


En el rostro de la elfa se reflejó la extrema preocupación. No era la primera vez que Tuii era atacado por la prófuga… ella era guardiana y era su responsabilidad la protección de los artesanos… debía encontrar al gnomo chocolatero como fuese.

- Damián me entregó porque quiere sonsacarme información de Nyx para averiguar dónde está Tuii – sentenció el semiorco.

- Pero esa información, entiendo que no la tienes ¿no? – Gorfuk miró a Connor, agradecido por sus palabras suspirando al comprobar que por fin alguien le entendía.

- No tengo ni idea de qué quiere de mí ese maldito bardo… Pero lo que tengo claro es que si algún día lo cojo por sorpresa…

- Calmaos Gorfuk – pidió la guardiana mientras Connor le dirigía un gesto tranquilizador.

- No le toques – Khay alzó una mano hacia él –. No le toques un pelo, Gorfuk. No te conviene.

- ¿Conviene? Normalmente dirías “no seas violento” pero has dicho “convenir”… como si tú también tuvieses algo contra él…

- Las impresiones que cada uno tenga sobre Astarte no es el tema a tratar ahora – sentenció la guardiana dirigiendo de nuevo la conversación hacia el tema principal –. Veamos si lo he entendido.

“Os atacaron los Zhents. La hechicera atacó a todos menos a vos, acto que Astarte interpretó como que estabais aliado con ella. Os atacaron a traición en el viaje de regreso tras descubrir que Tuii había desaparecido, os apresaron y ahora estáis aquí bajo vigilancia”


Todos miraron a dos guardias firmes junto a la puerta de la taberna, que clavaban sus ojos casi sin pestañear controlando en todo momento al semiorco.

- Si, sería un buen resumen de lo sucedido – el bárbaro se llevó una mano al hombro izquierdo, aún dolorido por las estocadas del trovador –. Aluriel… es importante que el guardián lo sepa. Necesito – hizo especial hincapié en aquella palabra – que lo sepa, esta versión… la real… no la del bardo.

- Descuidad Gorfuk, Göyth será informado de todo cuanto me habéis contado.

- Solo deseo que el elfo confíen mí, aunque antaño tuviésemos nuestras diferencias, sé que es un elfo de honor.

- Lo es.


La guardiana abandonó la estancia dirigiéndose hacia la compañía, organizando en su cabeza todo lo hablado y el mejor modo de comunicárselo al veterano guardián.


En la taberna, mientras ella caminaba en silencio hacia la Flecha del Destino, los tres hombres se quedaron conversando, buscando la mejor forma de rescatar al gnomo.

- Hay que tratar de seguir el rastro, desde el lugar del ataque, hacia donde se vea. Pero hay que hacerlo rápido, antes de que las huellas se borren.

- Me temo, Khay, que si Hart no encontró huella alguna, no habrá ya donde buscarlas.

- Mal asunto, entonces…


Fueron varias las horas que el caballero Khay y el artesano Connor estuvieron divagando sobre posibles planes de rescate, pero durante aquella conversación, los pensamientos de bárbaro estaban muy lejos, en otros tiempos, cuando caminaba sonriente junto a la hechicera y descubrían aventuras ahora ya olvidadas.


Nyx Requiem, asesina, traidora, prófuga y quizá una de las pocas personas a las que más apreciaba el semiorco. Su rostro, si lo miraban quienes le conocían, reflejaba la batalla épica que el bárbaro estaba librando en su interior.


¿La villa o la hechicera?





¿El sentido común… o el corazón?

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