viernes, 12 de marzo de 2010

Él




EL


Se asomó a la ventana y miró a la calle. Un coche esperaba con el motor y las luces encendidas. La lluvia caía abundante, como si el cielo llorara también su pérdida.

Desde la entrada todos se despedían de ella, la abrazaban y sonreían tristes conscientes de que quizá no volverían a verla nunca. El director había pedido un voluntario para una misión realmente importante, una misión que la llevaría a otras tierras, tan lejos de allí que ni los más locos exploradores podrían llegar.

Pegó la frente al cristal mientras la lluvia se precipitaba a través de él hasta caer al suelo en un grito ahogado. Un grito que su orgullo le prohibía exhalar. Apoyó la mano en la ventana, mirándola, dibujando su contorno mientras la veía hablar por última vez con sus compañeros. Ella sonreía, aunque no era una sonrisa feliz. Aún resonaban en su cabeza las palabras que le había dicho tiempo atrás, y que, la noche anterior, ella le había repetido.

“De entre todos los que somos, ¿por qué tienes que ir tú?”

“Bueno, tú fuiste quién dijo que yo era prescindible…”

Dio la vuelta y se apoyó en la pared golpeándola fuertemente con la cabeza. Ignoró el dolor.

Se miró las manos, unas manos que habían librado infinitas batallas, consciente esa noche más que nunca de todas las veces que había buscado su mirada al acabar cada pelea, al acabar cada día… y ahora estaba allí de pie, junto a una ventana cerrada, desde dónde vería por última vez a la mujer que amaba en silencio desde hacía demasiado tiempo.

Lentamente, se volvió de nuevo mirando a la calle justo en el momento en que ella se metía en el coche y, antes de cerrar, miraba hacia él convirtiendo su sonrisa en un gesto dolorosamente triste. La luz de la luna iluminó el momento y para ambos pareció que el tiempo se detenía, aunque solo fuera una segundo, para mantener viva aquella triste despedida en sus memorias.

Sintió que dejaba de respirar cuando escuchó el frío sonido de la puerta al cerrarse. Sintió ahogarse en toda aquella lluvia que caía aquella noche.

Corrió escaleras abajo en un loco intento de alcanzarla, de estrecharla entre sus brazos y pedirle, suplicarle, que se quedara con él.

Empujó a todo aquel que se puso en su camino y abrió estrepitosamente los portones de la casa, saliendo al exterior, parándose en seco mientras miraba el lugar vacío donde, segundos antes, había estado ella.

Desvió la mirada hasta el fondo de la calle y solo pudo ver dos pequeñas luces que se perdían en la oscuridad de la noche, mientras la lluvia le empapaba y le golpeaba con dulzura. Unas luces que acabaron desapareciendo y dejándole a oscuras en mitad de la calle, mientras la luz de la luna también se desvanecía, consciente de lo miserable que se sentía él…

Se quedó allí, mirando la oscuridad… esperando.

2 comentarios:

Almu dijo...

Niña,,que arte por Dios. No tengo palabras. Love you!

Eva Leroca dijo...

¡Qué triste! ¿Se volverán a encontrar? Sigue contándonos Lau ;P
b7s, Eva

Seguiremos soñando

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