Me enfundé los estoques, me colgué el arco y le lancé la peor mirada que jamás hubiese sido capaz de expresar. Él, frío y retorcido, absorbió esa mirada haciéndola suya. El silencio se apoderó de ambos mientras los ojos decían lo que los labios no debían expresar. Por mucho que me doliese, no éramos enemigos, ahora no. Ahora éramos aliados.
Las explicaciones ya vendrían después.
Salimos de la celda y recorrimos los pasillos a oscuras. Le escuché murmurar algo que no llegué a entender y después se enfiló con decisión hacia la oscuridad. Richard sabía moverse como si él mismo hubiese construido aquel lugar, yo me mantuve firme a su lado intentando no tropezar. Mis ojos de elfa me ayudaban en la penumbra, pero aún así estaba demasiado oscuro.
Caminé con firmeza y decisión, cómo siempre. Pero algo en mí aceleraba el paso, como si estuviese ansioso por finalizar aquello. Las Gemelas parecían querer desenvainarse solas, cómo si palpitaran en mi espalda, sedientas de sangre. Un leve vistazo hacia atrás de reojo confirmó mis pensamientos, todo era mi imaginación. Quizá fuese yo quién deseaba teñir las paredes de ese color tan bello.
Antes de volver la vista hacia delante, pude observar como Aluriel también estaba impaciente.
Noté la tensión en sus manos, ambos estábamos nerviosos, no lo podíamos ocultar aunque así lo deseábamos. Mi corazón latía con fuerza y en aquel momento solo pude pensar en Connor. Le había prometido que le avisaría cuando partiese, pero claro, no había predicho que Richard me traicionaría de una forma tan extraña… ¿Me había traicionado realmente o había hecho como que lo hacía? ¿Había engañado él a Edharae? Desvié la mirada hacia sus armas, las Gemelas descansaban en su espalda, seguramente deseosas de combatir.
Su espera no tardaría demasiado, el final del pasillo comenzó a divisarse y la luz hizo más sencillo avanzar.
Richard sonrió.
Avanzamos hasta el final del pasillo, dejando que la luz fuera dilatando poco a poco nuestras pupilas. Entramos en la sala y nos detuvimos observándola. Retiré mi gabardina levemente y posé mi mano sobre la empuñadura del arma situada en el cinturón, mirando alrededor.
Pude observar como Aluriel había descolgado su arco y apuntaba hacía la puerta contraria a nuestra posición, con el arco completamente en tensión. Al ver la situación, me retiré levemente y esbozando media sonrisa hice resonar el cuero de la gabardina cruzándome de brazos.
Una flecha bufó en el silencio de la sala, mis ojos no fueron capaces de ver el impacto, la velocidad del proyectil fue inmensa. Un cuerpo yacía en el suelo inerte con una bonita decoración en su cabeza.
Aluriel mencionó.
-Continuemos.
Negué levemente con la cabeza y registré el cuerpo. Recuperando la posición, le mostraría una nota, creo que pudo deducirlo sola.
Le quité el papel de las manos y entrecerré los ojos leyendo. Al parecer el pobre desgraciado solo era un mensajero. "Mi señor no responderá de nuevo ante vuestro clero, arded en el abismo mientras las sombras os envuelven".
Muy sharita, sin duda.
Entonces era cierto, Edharae había formado su propia banda de repudiados, sanguijuelas que se arrastraban en silencio por las sombras más traicioneras.
Cabeceé hacia la salida, si estaba en algún lugar, sería fuera. Seguían creyendo que estaba presa y, por alguna razón Richard seguía vivo. Eso sí era algo que no comprendía, algún trato estúpido habría sido el causante. Eso, o Edharae pensaba utilizarlo para sus planes.
- No es nada que deba importarnos. Salgamos de aquí - él alzó una ceja, sin duda mi tono firme no le había gustado, pero no era el momento de discutir la cadena de mando.
Si algo estaba claro, era que Edharae moriría y Aluriel estaba decidida a ser ella quien lo hiciera. Al verla tan convencida, dejé que fuera delante, sin el más mínimo interés.
Justo al atravesar la puerta, una estocada atravesó el aire haciendo resonar un zumbido. Antes de que llegara a su objetivo el arma cayó al suelo junto con el miembro que lo sujetaba. Ante la amputación un chorro de sangre salpicó el rostro de la arquera. No pude evitar sonreír, pero enfundaría de nuevo el arma y dejaría que terminara el trabajo.
- ¿Seguro que quieres seguir delante?
Le vi sonreír por el rabillo del ojo y me limité a mirarle mientras el líquido carmesí goteaba desde el ojo hasta mi barbilla. Sin mediar palabra desenfundé a “Tormenta”, mi recién adquirido estoque, y, agachándome y girando sobre los talones, le atravesé el estómago al pobre desgraciado que gemía dolorido sujetándose el muñón que Richard le había dejado de recuerdo.
Por suerte para él, no recordaría nada más.
Me incorporé y limpié mi cara como pude, sin poder evitar que el sabor metálico llegase a mis sentidos.
- Está bien, ves delante, pero se acabaron los juegos.
Salimos de la sala, evitando el cadáver mutilado. Proseguimos por el pasillo y me detuve en seco.
- ¿Qué pasa ahora Richard? - Su voz aún sonaba molesta.
Sólo con un gesto le hice saber que había trampas entorpeciendo nuestro camino.
¿Santa Selune, pero en qué clase de antro nos había metido este sacerdote loco?
- Pues... Parece obvio que saben que estamos saliendo juntos.
Un toque gracioso en medio de tanta tensión. Desenfundé las Gemelas y corté varios mecanismos de activación, dejándolas inservibles.
- Podemos proseguir.
Sin duda era habilidoso, tenía tanta maña en eliminar inconvenientes como en sacarme de quicio. Caminamos decididos y atravesamos con cautela la puerta.
El frío del exterior me golpeó la cara y sentí mi piel ponerse de carne de gallina. Quizá las caras de sorpresa de los que allí estaban fueran más curiosas que nuestra incredulidad al ver tan solo a cuatro guardianes. O Edharae era muy tonto o muy ingenuo.
Richard fue como una exhalación, se lanzó contra los cuatro con las Gemelas desenvainadas. Pude ver su sonrisa de placer antes de que su figura quedase difuminada por la velocidad.
Yo tensé el arco y apunté con toda la precisión de la que era capaz, es decir, mortal.
Teníamos el factor sorpresa a nuestro favor e iba a hacer un buen uso de él. Mantuve el ritmo en la carrera y seguí corriendo hasta llegar a un carromato que había, ayudándome de el para saltar y caer entre medias de dos de ellos, ensartándolos a ambos con las Gemelas y haciéndolas girar en su pecho. Al reincorporarme, noté una ligera brisa que me arropaba y hacía ondear mi gabardina, los proyectiles que Aluriel había disparado habían pasado realmente cerca de mí.
Varios más salieron de entre la espesura, distinguí cinco figuras pero no me paré a observarlas. Disparé una y otra flecha mientras veía como la sangre saltaba tras certeros golpes por parte del veterano guerrero. Todo sucedió muy deprisa. Clavé mi último disparo justo en la garganta de un enemigo que iba a atacar por la espalda a Richard. Él se giró justo cuando la flecha desgarraba la carne, y esta vez fue mi ataque el que lo manchó de sangre. La sangre resbalaba por su gabardina, pero eso a él, no parecía importarle.
El último cuerpo cayó inerte a sus pies y me dedicó una fría, aunque complacida, mirada.
No hubo tiempo para mucho más, sentí un fuerte golpe en mi cara y un cuerpo que se abalanzaba contra mí usando todo su peso. Mi vista se volvió borrosa por la sangre que ahora manaba de mí, pero entre la nieblilla emborronada pude distinguir dos destellos dorados que me miraron macabros.
Pude observar como Aluriel caía al suelo, e Ilthür sacaba una daga envenenada, si quería acercarme sin alertarle, tenía que ser más inteligente que él. Sólo un ligero roce con el pulgar activó uno de los anillos volviéndome invisible.
Mis pesados pasos le hicieron volver la vista atrás, pero ya era demasiado tarde. Sólo un puñetazo me bastó para partirle la nariz y derribarle a un lado.
- ¿Nunca te han dicho que te no te comas el postre antes que el plato fuerte? Bien... Pues yo soy ese plato – esbocé esa sonrisa que bien sabía me caracterizaba.
Escuché el crujir de su nariz y por primera vez no sentí lástima por alguien. Richard se acercó a su oponente y fue entonces cuando le vi. De pie al fondo de aquel solar, serio y sombrío, tal y como un sacerdote sharita debía ser.
Sonrió muy levemente, pero esta vez por satisfacción, y en sus ojos pude ver lo mismo que reflejaban los míos. El último paso en nuestra larga y condenada relación, la absoluta certeza de que hoy, uno de los dos, moriría.
No sé porqué, pero algo me decía que Ilthür no estaría solo, si en algo le conocía era porque nunca iba solo. Al observar a Aluriel mirar en la lejanía, lo cercioré.
Sujeté ambas armas con una mano y extendí la libre hacía ella, ayudándola a incorporarse de nuevo.
- Es hora de terminar EL TRATO, no me gusta que se alarguen demasiado las cosas - apostillé con una sutil sonrisa en mi rostro - No me desilusiones, pequeña Guardiana. Haz que Göyth se sienta orgulloso de su mejor aprendiz.
Me adelanté y tensé el arco apuntándole. Él no se movió ni hizo ademan de desenfundar sus armas. Tan solo se quedo ahí, quieto, observándome. Tras de mí escuché el comienzo de lo que sería la propia batalla de Richard y sentí que podía olvidarme de él. No necesitaría mi ayuda.
Adelanté un pie, entrecerré los ojos y disparé, fallando a posta, haciendo surcar el aire a una flecha que rozaría la mejilla del humano eterno, casi en un insulto sin pronunciar.
Eso fue suficiente provocación para que desapareciera en las sombras. Cerré los ojos y anulé el sonido de la otra batalla, agudizando todos mis sentidos para encontrarle. Y allí estaba, justo a mi lado en el preciso instante en el que apareció. Me agaché y le golpeé en la boca del estómago con el extremo del arco, pero no retrocedió. Me golpeó en la cara y me lanzó al suelo, pero rodé sobre mí misma, me incorporé hincando una rodilla en el suelo y disparé otra flecha que se clavó en su hombro.
Sonreí, por primera vez desde que le conocía sabía que no habría interrupción. Eso, por alguna razón, hizo nuestro baile más emocionante.
Lancé una de las armas al aire, cogiéndola con firmeza con la mano que tenía libre preparándome para el combate. Él, haría crujir de nuevo su nariz, en un intento fallido de colocársela.
- Levántate. Sólo conseguirás...
Antes de terminar la frase y la última gota de su sangre cayera al suelo, rodó con agilidad e impactó su mano contra mi estómago, haciéndome retroceder un par de pasos.
Tanto tiempo esperando éste momento, tantos años trascurridos buscando al ser que robó la vida de la persona que a mí me la había dado. Tantos años entrenando y perfeccionando el manejo de mis armas en aquel sórdido lugar… y ahora escasos centímetros separan a mi objetivo de mis manos.
Antaño, tuve corazón, pero tantos años en La Marca lo fueron pudriendo poco a poco, y eso, hizo que no tuviese compasión.
Hice un giro en el aire con ambas armas, preparándome para un combate mortal. Él o yo. Junté las armas haciendo resonar su afilado filo. Dando por empezado el combate, arremetí contra él.
Mis flechas fueron terminándose una a una. Mis disparos rara vez le alcanzaban, aunque algunos sí lo hacían, con su consecuente sorpresa. Su espada rozó mi cuerpo en un par de ocasiones, pero me mantuve firme, siempre firme. Solo una vez le había dado el lujo de gritar y no iba a repetirse.
Cuando quise darme cuenta, en mi carcaj solo quedaba una flecha. Aquella pequeña rama ennegrecida que portaba la mismísima muerte con ella. Una flecha solo destinada para él, desde el principio, incluso cuando aún no la tenía. Incluso cuando no nos conocíamos.
La extraje y la tensé decidida. Le miré, consciente de que ese sería mi último disparo.
El asesino esquivaba mis embestidas con gran agilidad, tan sólo conseguí herirle levemente tras desgarrar sus ropas en una de mis abatidas. Eso era demasiado poco para lo que deseaba hacerle. Pude contemplar como Edharae estaba muy cercano a nosotros, con tanto movimiento habíamos llegado a su altura.
Pero ésa no era mi guerra, ahora no. Ilthür sería el primero.
Edharae les miró un segundo. Ese fue mi momento. Disparé.
La flecha negra surcó el cielo como una sombra mortífera, rompiendo el mismo aire tan solo con su presencia. Edharae miró al frente en ese instante y la vio.
Nunca hubiese creído que pudiera ser tan rápido, quizá el favor de Shar le otorgaba mucho más que longevidad. Giró con una elegancia envidiable golpeando al chico de ojos dorados en el pecho, tumbándolo tras chocar con Richard. El avezado guerrero se desequilibró y, por algún extraño deseo de algún dios macabro, se puso en la trayectoria del proyectil.
Yo grité su nombre... pero era tarde...
La flecha... mi flecha... se incrustó en el antebrazo de Richard.
Noté como algo se incrustaba en mi antebrazo izquierdo, obligándome a soltar el arma. Una herida más junto aquellas cicatrices... Aquellos respectivos cortes. Poco a poco la piel de mi brazo se ennegrecía y mis fuerzas flaqueaban, haciéndome caer de rodillas. Retuve la caída clavando en el suelo a la solitaria Gemela, pero ya no tenía suficiente fuerza para mantenerme... Poco después, noté el frío suelo en mi pecho.
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