“Padre me siento perdida, por primera vez en mi vida siento un vacío extraño y un dolor en mi pecho que no soy capaz de explicar. Siento que la luz de mi adorada Selune se extingue en un pasillo de oscuridad mientras mi alma sucumbe a la tristeza y el odio.
Anoche vi a Celebnor…
Mis camaradas han abandonado el reino alejándose de mí por quién sabe qué motivos… ni siquiera se han despedido… ni siquiera mi primo…
Celebnor ha recorrido las tierras de Faerun durante largas dekhanas hasta dar con ellos y uno a uno han rechazado el regreso, olvidado la promesa que un día nos unió en una Orden ahora extinta. Su futuro ahora es turbio pues ni él mismo sabe qué hacer. Seguramente se marche… como el resto…
Un día creí que Selune nos habían bendecido, pero ahora empiezo a creer que la he fallado en algún sentido y he perdido un tanto su cariño.
Necesito de vuestro consejo, Padre, pues mis pies ya no saben hacia dónde deben moverse y lo único que me queda ahora es un sentimiento demasiado humillante para contar, una lucha conmigo misma que llevo años librando… vos sabéis de qué hablo… y seguir sintiéndome así me hace creer que soy débil e indigna de vuestra protección y cariño…
Perdóname Padre, pues no puedo arrancar ese deseo de mi interior.
Ahora marcho a una guerra de la que quizá no regrese, una guerra contra criaturas tan poderosas que me harán crecer como elfa y como arquera… y estoy convencida de que, si sobrevivo, entonaré la más hermosa balada contando las aventuras y desventuras de todos cuantos acudan. Felbarr es mi destino, la ciudad enana subterránea… y allí permaneceré largo tiempo, sin contacto con el exterior, sin poder escribiros.
No temáis si no recibís noticias mías en unos meses, pero espero que a mi regreso tenga una respuesta… necesito más que nunca de vuestra sabiduría”
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