En las entrañas de Puerta de Baldur existe una taberna, dónde un anciano ciego bebe suspirando día y noche. Los que se aventuran a preguntar el por qué de su presencia, acaban bebiendo a su lado escuchando siempre el mismo relato.
Es tan cierto como que aún escucho que hubo un día en que una joven tocó el viejo piano para nosotros. Largos años estuvo sentada donde vos ahora lo estáis, bebiendo con dulzura el mejor hidromiel que quizá los elfos jamás hayan hecho. ¿Su nombre? Aluriel Lathaniel, la elfa más bonita que Corellon haya podía crear. ¿Que cómo sé si era bonita si mis ojos no la han visto? Amigo mío, la belleza real está en el corazón, y esa mujer hacía desbordar el mío a cada canción.
No fue siempre que ella estuvo en estas tierras, pues su infancia la pasó junto a los suyos, en Sundalessalar, tierra de elfos perdida en el corazón del Weldath. Ella allí era feliz junto a su familia, una niña dulce y distraída que aprendía de su padre con el arco y cantaba con su madre hermosas baladas al anochecer.
No pasó nada importante en su adolescencia, corazones rotos de elfos que la amaron, arcos perdidos en expediciones fallidas, papeles arrugados de miles de canciones sin terminar… nada que ella creyera digno de mención cuando contaba su historia.
Pero ah! Cuando fue adulta… eso sí ya es otra historia. Una hermosa elfa como ella no debió sufrir tal pérdida, no debió sentir tanto dolor… pero ella misma dijo una noche de luna llena, que si esas cosas no le hubieran sucedido no sería quien es ahora.
Por los bosques del weldath su padre y ella exploraban, sigilosos y con cautela avanzaban sin demora buscando signos de algo que ella ya ni recordaba cuando lo contó. La luna se alzaba espléndida sobre sus cabezas cuando una sombra tan negra como la oscuridad misma se deslizó sobre ellos sorprendiéndolos.
La figura, que resultó ser un hombre, los miró con tal frialdad que los huesos de Aluriel se congelaron, nunca había salido más allá de la frontera del bosque y aquel hombre era visto por primera vez en su territorio.
Se fijó en una insignia que lucía engarzada en su armadura, un disco negro con borde púrpura profundo. Lo reconoció de los libros que había ojeado. La Dama Oscura, la Urdímbre Sombría… Shar.
Su padre y el hombre oscuro intercambiaron palabras en un lenguaje que ella no entendía (aunque no fue mucho el tiempo que pasó para que ella misma lo aprendiera), la conversación fue caldeándose hasta que Aluriel supo, solo por el tono de su padre, que las amenazas bailaban alrededor de ellos.
El siervo de la noche se lanzó sobre ellos y el día que la hermosa dama me lo contó obvió los detalles de la pelea. “No debéis saber otra cosa – dijo – que mi padre perdió aquella noche y fue un enviado de mi amada Selune el que evitó que yo cayese igualmente”
Siempre quise encontrar al buen sacerdote que pasó por allí aquel día salvando a mi muy querida amiga. El que le enseñó el amor de la luna, el que la guió por los senderos oscuros de su vida y el que la trajo hasta mí.
De su madre poco más dijo, no pareció muy nostálgica en sus palabras. Tan solo un último abrazo antes de irse con el caballero de la Dama de Plata. ¿Su destino? Ella aún no lo sabía, pero un día entraría por esa puerta y encontraría a un hombre ya adulto que se enamoraría de su música.
Para ella no fue mucho el tiempo que aquí estuvo, veinte años mal contados que a ojos de elfos son poco más que un suspiro. Pero para mí, aih! para mí. Para mí fueron los mejores veinte años que Tymora pudo darme, veinte años disfrutando de su voz, de su olor y de su música, veinte años de su risa, sus lágrimas, su carácter e incluso su dulzura.
Aún recuerdo la primera vez que se sentó al piano, y pude imaginarla rozando con respeto las teclas, presionándolas con dulzura y creando la más hermosa balada que mis oídos hayan escuchado jamás.
Fue una lástima perderla, y aunque prometió que volvería, dudo mucho que lo haga. Y si lo hace, me temo que este pobre anciano ya no estará aquí para abrazarla.
¿Qué por qué se fue? Una carta de su primo. Se encontraba en el norte con amigos del pasado. Juntos habían creado una Orden, los caballeros de la Torre de la Luna, y claro, no había nada que mi joven elfa no hiciese por su Señora de Plata.
Y ahí que se marchó después de besarme la mejilla. Si no recuerdo mal rumbo a Nevesmortas, tierras tan lejanas para mis cansadas piernas que no pude acompañarla. Pero algo en mi interior me dice que la muchacha es feliz, junto a su primo, sus antiguos amigos y los nuevos que, sin duda alguna, habrá hecho.
2 comentarios:
¡¡Que relato tan bonito!!
Tiaaaaaaaa, me encanta!!!!!!!! Para cuando el Best Seller!! la trilogia!! y la pelicula????!!! Love you sister.
Publicar un comentario