miércoles, 18 de noviembre de 2015

Capitulo 05. Futuro



Poco tiempo pasó tras la victoria en Hl’uzhar, las heridas de Durmas fueron sanando y su cuerpo volvió a recuperar la fuerza, el ímpetu y la determinación. Su visión, latente en su alma cada día, le había dado un nuevo sentido a su vida, se sentía más seguro, más decidido y con una fuerza interior increíble.

Jarred había escuchado atónito la historia de su hijo. Mientras Durmas explicaba con detalle cada milímetro de su sueño, Jarred podía ver cómo un brillo bélico crecía en los ojos de su primogénito. Y no fue el único que le escuchó. El señor de la guerra se había tomado muy en serio lo de incluir al joven en sus filas, quizá fue por eso que el destino había llevado a un sacerdote tempusita hasta aquella ciudad, en viaje de peregrinación.

Willem, un humano ya entrado en años que había decidido utilizar lo que le restaba de vida viajando por el mundo propagando la fe del señor de la batalla, y que ni en sus más profundos sueños hubiese imaginado encontrarse allí a un elegido.

Lo acogió bajo su tutela y, a pesar de la poca predisposición de Jarred, juntos abandonaron las tierras de Belborp.
   - Estaré bien, padre. Siempre has deseado que encontrase mi camino y ahora por fin lo he hecho.
   - Lo sé hijo, es sólo que pensaba que lo encontrarías aquí…
   - Volveré para que estés orgulloso y veas en qué me he convertido.
   - Ya estoy orgulloso Durmas.

El abrazo de despedida quedó grabado en las mentes de padre e hijo. Pasarían mucho años hasta que volvieran a verse, muchos y largos años, cuando Durmas ya fuese más que adulto y su padre a penas pudiese dedicarle un suspiro más al mundo.
Pero eso es otra historia.


Los años junto a Willen pasaron raudos, sus enseñanzas fueron intensas, profundas y sacrificadas. Durmas tuvo que asimilar muchas cosas, aprender a luchar como un Tempusita, a hablar como un Tempusita, a moverse como un Tempusita.
Marcharon de pueblo en pueblo propagando juntos la fé que, poco a poco, se acomodaba con tranquilidad en el alma de Durmas y , con el tiempo, fue él el que llevaba la voz cantante y dejaba al viejo sacerdote en un segundo plano.
Quizá fue por ese ímpetu, por esa iniciativa, que Willem decidió compartir con él las plegarias sagradas que conectaban directamente con su fe.
Le enseñó qué decir, cómo decirlo y cuándo decirlo.
   - Si Tempus te cree digno, te responderá.
   - ¿Y qué sucederá cuando lo haga?
   - Eso es algo que tienes que ver por ti mismo.

Y no tardó en verlo, pues tras pocas dekhanas de rezos, de plegarias y de meditaciones, obtuvo la primera respuesta. Tempus le había rozado, le había dado un camino a seguir y ahora correspondía su fidelidad y confianza. Durmas ya no volvería a ser el guerrero, se convertiría en sacerdote, en clérigo… sería la nueva voz y los nuevos oídos del Martillo de Enemigos.

Al comienzo del vigésimo invierno que los ojos de Durmas habían visto, llegó el momento de la despedida. Los pasos de ambos sacerdotes habían llegado hasta la frontera de Puerta de Baldur. Allí, cuando el sol estaba en lo más alto, Willem se giró hacia su joven aprendiz y le sonrió por última vez.
   - La hora ha llegado, he aquí donde nuestros caminos deben separarse joven Durmas. La fe en ti es fuerte pero todo sacerdote ha de encontrar su lugar y su dominio. Puerta de Baldur es mi hogar, la vida se me escapa y aquí elijo terminarla. ¿Sabes ya dónde buscarás tu gran batalla?
   - Lo sé, maestro. Muchas historias he oído de las tierras de Amn durante nuestros viajes. Allí viajaré y comenzaré mi voto.
   - Amn es una tierra peligrosa y traicionera.
   - Entonces es el mejor lugar para mí, maestro.


Mientras el barco del puerto de Puerta de Baldur zarpaba, y Durmas le dedicaba un último adiós a su marchitado maestro, sintió por primera vez lástima por él. Los años habían sido largos y crueles, en sus ojos se veía la desgracia de haber llegado a anciano pues, como buen Tempusita, hubiese deseado morir en batalla antes que ser condenado por las arrugas, la enfermedad y la debilidad.

Al mirar hacia el océano, Durmas sintió una nueva energía en su cuerpo. ¿Qué proezas le esperaban allí en la ciudad de destino, Athkalta?

Eso, pensó mientras sonreía, sólo Tempus lo sabía.


Seguiremos soñando

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