sábado, 5 de junio de 2010

Capitulo 12. Confesiones



- Entonces, ¿vas a dejar la compañía o no?

- No…

- Bueno, entonces ya no hay ningún problema.

- Sigo pensando todas las cosas que he dicho.


Suspira y me mira. Doblo las piernas y las rodeo con los brazos, apoyando la barbilla en las rodillas.

- ¿Tanto la odias?

- Es complicado…

- ¿Estás celosa? – el silencio se apodera de nosotros durante unos segundos en los que no puedo soportar su mirada y tengo que desviarla hacia la hierba.

- Es complicado…


Vuelve a suspirar, seguramente molesto por tener que sacarme toda la información a la fuerza. Desde hace unos días es con quien más me gusta estar y supongo que no es justo ponerle esas barreras…

- Si… pero no por lo que puedas pensar.

- ¿Tanto cambió cuando ella regresó?

- Antes hacíamos cosas, hablábamos, viajábamos juntos… ahora ya no queda nada de todo eso.

- Es normal, muchos años juntos.

- Si lo entiendo, pero… Después de nuestra última conversación yo entendí muchas cosas, me di cuenta de la situación y decidí hablar con él.

- Y dijiste algo que no debías – no lo pregunta, esta vez no.

- Dije muchas cosas que no debí… - clava su mirada en la mía, con intensidad.

- Entonces no me lo expliques… lo imagino.

- Yo… no esperaba una respuesta, no quería nada. Solo que lo supiese… - hundo la cara entre las rodillas y las lágrimas vuelven a brotar de mis ojos, humillándome nuevamente ante él – Es solo que no esperaba que se ofendiese tanto…


Le escucho levantarse y acercarse a mí. Me rodea con su cuerpo y, por primera vez desde que nos conocemos, me abraza, atrayéndome hacia él apretándome con fuerza.

- Calla, ya está.


Me apoyo en su pecho y lloro en silencio, desahogando la presión que tengo en el pecho desde hace demasiado tiempo. Cuánto necesitaba esto, cuánta falta me hacía un abrazo sincero y las palabras de alguien cercano.


No sé cuánto tiempo permanecemos en silencio ni lo que pasa por su cabeza mientras duran mis lágrimas, pero me doy cuenta que no quiero que piense cosas que no son, así que limpio mis mejillas y le miro sonriendo algo avergonzada.

- No quiero que pienses que es por esto por lo que estaba pensando en dejarlo.

- ¿Entonces qué motivos tienes?

- No me gusta que me oculten cosas cuando arriesgo mi vida por ellas, sin saberlo – sonríe.

- Si, eso puedo entenderlo.

- Hay demasiados secretos en esta compañía, Xaelerys y Göyth viven en su propia burbuja y no me gusta sentirme un mero peón que solo está para acatar órdenes.

- Nadie es un mero peón en la compañía, Aluriel.

- ¿Entonces por qué hay tantos secretos?

- Con todo lo que está sucediendo, con los Zhentarim atacando y amenazando ¿no serías cauta tú también?


Le miro frustrada, no puedo rebatirle eso pero sigue sin parecerme justo.

- Si no vas a confiar en tus guardianes, no los tengas.

- Somos muchos en la compañía, más de los que hemos sido nunca. Es normal que prefieran ir con pies de plomo.

- Si desconfiamos entre nosotros, son ellos los que ganan - Me mira en silencio durante unos segundos y siento su mano acariciar la mía, envolviéndola.

- No habrá desconfianza entre tú y yo…


Un leve movimiento, casi imperceptible para cualquier ojo que nos estuviese observando desde la lejanía, pero no para nosotros, que estamos tan cerca el uno del otro. Una ligera inclinación mientras sus labios se separan de una forma ínfima, acercándose a los míos.

El movimiento es tan pequeño, tan imperceptible, que siento que puedo aprovechar el hacerme la loca, aunque mi cuerpo me traiciona y mis mejillas arden rojizas, costándome apartar la mirada.


Pero lo logro, y de la manera más sutil que conozco me aparto un poco y hago trabajar a mi cerebro al máximo para encontrar una frase que quite tensión al momento.


Pero él habla antes.

- Yo… emm… perdona, no debí… - ¡Diablos! Quizá no he sido todo lo sutil que pensaba.

- ¿El qué? – me hago la despistada rezando a todos los Dioses para que no se dé cuenta. Suspira aliviado un segundo y sonríe.

- Bueno, acercarme tanto, ¿quién sabe lo que podrían pensar? – esta vez ha colado.

- Sí… los osos son muy cotillas, tendremos que tener cuidado - Me disculpo después por contarle mis penas y me dice que para eso están los amigos – Vaya, ¿somos amigos? Pensaba que me odiabas por ser mejor arquera que tú.

- Te dejaré un par de días más para que sigas soñando.



La tensión quedó atrás, en mi mente y posiblemente en su olvido. Los dos días siguientes que pasamos juntos nos reímos, competimos a enemigos derribados, hablamos de tonterías y de cosas serias, hasta que nuestros pasos nos llevan a Sundabar.

Un par de risas, una cerveza, un beso en la mejilla de despedida y lo único que queda de ese viaje es la puerta cerrada de la habitación de la posada y mi mente divagando por las semanas transcurridas.


Él es una elección mucho más lógica y acertada, es amable, extrovertido, me hace reír y disfruto con su compañía. Últimamente estoy descubriendo un lado de él que nunca hubiese imaginado, no parece tan incivilizado…


Pero por alguna razón siempre tiendo a equivocarme y elegir la opción más complicada…







..y quizá por eso ya no vuelva a escuchar mi nombre salir de sus labios…

Seguiremos soñando

Seguiremos soñando

Índice