martes, 30 de marzo de 2010

Capitulo 07. Prueba



Sus luceros rojizos se clavaron en mí y gritó a los cuatro vientos:

- ¡¿Qué sucede, arquera?! ¡¿Probaréis mi determinación también?!


Atrasó un paso desenvainando sus estoques preparado para lanzarse contra mí, no vacilaría, no discutiría y sobretodo no le importaría lo más mínimo mi reacción.

Allí estábamos, los dos solos frente a las puertas de Yathalar (o como se diga), sometida a lo que sin duda era una prueba de determinación.

- Disparadme, arquera – había dicho – intentad abatirme.


¿Abatirle? ¿Con qué fin? Fueron tantos los sentimientos que me recorrieron en esos escasos segundos que si él hubiese querido matarme lo hubiera hecho sin ningún problema.

Abatirle decía… que le mostrase mi determinación.


- ¿Será tan férrea como creéis, en cualquier momento, en cualquier lugar?


Un “sí” le había dicho la segunda vez que me había preguntado aquello, y en sus ojos pude ver la incredulidad ante mis palabras, pues él sabía incluso mejor que yo que no estaba preparada.


- ¿Comprendéis por qué no deseo entrenaros aún? ¿Por qué ni tan siquiera me lo planteo?


Eso había sido duro, aunque el “aún” me hacía conservar la esperanza. Le necesitaba, era un tanto humillante decirlo pero era así, no había nadie mejor que él en este arte y yo necesitaba una carta nueva que enseñarle al bastardo de Edharae.


En cualquier momento… en cualquier lugar… en cualquier situación… ¿estaba preparada para una decisión así? ¿antepondría mi objetivo y mi misión a cualquier cosa… a cualquier persona? ¿Era dispararle una forma de demostrar que su presencia no significaba obstáculo alguno? ¿O lo hizo para demostrarme que el respeto que sentía por él se interponía en mis decisiones?


Sin embargo no lo comprendía, me había gritado en mitad de la oscura noche, amenazando con una respuesta y yo lo único que había podido hacer era dudar. Pero… ¿por qué dudaba? No comprendía exactamente el “por qué” de la situación, no podía ver la semejanza entre esa llamémosle “prueba” y la situación real de tener a Edharae delante.


- No dejéis que los sentimientos os condicionen. No dejéis que lo que los demás piensen os afecte u os importe. Vuestro destino es solo vuestro. Son los actos los que hablarán por vos, las decisiones que toméis. Dudáis, guardiana, y la duda os hará caer.


Miré al frente, ahora sentada en los pináculos solo podía pensar en esos minutos frente a Yanthalar, solo podía recordar sus dos luceros rojizos brillando bajo la noche a través de la oscuridad de su capucha, solo podía recordar la inestabilidad de mi brazo mientras le apuntaba con una de mis flechas.


Debí disparar… él lo hubiera hecho…



Parece que mi determinación no es tan fuerte como creía… pero encontraré la forma de que así sea… y lo haré pronto.

domingo, 28 de marzo de 2010

01. The Host

La Huésped (en inglés The Host) es una saga que narra la historia de Melanie Stryder, su amado Jared y el "alma" Wanderer (Wanda), en un enredo amoroso y con fondo de ciencia ficción. Se publicó el 6 de mayo del 2008 en inglés.
El 14 de febrero de 2008, se publicó un capítulo del libro en la web de Stephenie Meyer.
La novela fue publicada en español en abril de 2009 por el sello Suma de Letras del Grupo Santillana.
También informó en una entrevista que, si finalmente continúa con esta trilogía, los dos siguientes libros se titularían:
  • The Soul (El alma)
  • The Seeker (La buscadora o El buscador)
A pesar del género, The Host es una historia muy humana. No hay pistolas de rayos, ni agujeros negros (sólo hay algunas naves espaciales que se mencionan), ni otras claves del género. Todo tiene lugar en el planeta Tierra en el día de hoy y es, ante todo, una historia de amor.
La premisa principal: The host tiene lugar después de una invasión alienígena en la Tierra. Nosotros (los humanos) hemos perdido. Nuestra narradora será Wanda, una de las "almas" invasoras, quien trata de investigar acerca de los desafíos de vivir en un cuerpo humano. Ya ha sido avisada de todo lo que podría suceder: las indescriptibles emociones, el agotamiento físico, los sueños y los recuerdos tan vivos... Pero a pesar de esto, acepta el desafío.
Wanda lucha por hacer desaparecer a Melanie de su cabeza, la cual se resite a desaparecer, al final deciden emprender un viaje al desierto para encontrar al ser que aman, Jared, sin olvidar a Jamie el hermano menor de Melanie. Sin importarles nada, parten dejando atrás a su Buscadora.
También ocurren algunos problemas, como que Melanie está totalmente enamorada de Jared (sentimiento que comparten mutuamente), pero Wanda acaba por querer también a Ian O'Shea. Al haber dos enamoradas, pero sólo un cuerpo, comienzan algunas disputas entre Melanie y Wanda.

Es una historia muy bonita, realmente el libro me encantó. Tiene momentos muy duros pero tambien algunos muy bonitos y emotivos. Lloré mucho en bastantes partes. Es muy descriptivo y eso ayuda a imaginarse con claridad los decorados o las situaciones.
Los personajes están muy logrados, todos tienen personalidades muy especiales y cada uno le coje cariño a uno distinto. A mi me encantó el médico y Jared... si, una parte de mi también se enamoró de él...aisss, se sufre tanto... pobre Melanie.
Os lo recomiendo si no lo habéis leido, es gordito pero no se hace pesado a la hora de leerlo, todo lo contrario, yo lo devoré sin apenas darme cuenta.

Ahora voy a sumergirme en el mundo de Cazadores de Sombras, tendreis pronto mi crítica ^_^

viernes, 19 de marzo de 2010

Capitulo 06. Empate



Escuché los arbustos moverse y un olor a quemado llegó a mí. Cerré los ojos e intenté sentir todo lo que me rodeaba, las copas de los árboles rozarse con respeto, el susurro del viento abrirse paso entre la espesura, el más pequeño animal olfateando una hermosa flor… todo cuanto acontecía en ese momento en aquel pequeño espacio en el que me encontraba, todo lo que mis agudizados sentidos pudieran percibir, todo lo que mi concentración me permitiese captar, todo.
Sentí una presencia, alguien estaba allí, alguien ajeno a este bosque que lo estaba mancillando con su mera presencia. Alguien que acarició casi con ternura la hoja de una inmensa y hermosa planta y al instante se volvió negra, dejando que esa misma oscuridad se apoderase de su cuerpo acabando con su vida en apenas dos segundos, deshaciéndose en cenizas que se llevó el aire.
Sentí aquella presencia acercarse a mí, rodeada de frialdad, odio y sufrimiento, y mi corazón estalló nervioso, acelerándose tanto que toda mi concentración se desvaneció, todos mis sentidos desaparecieron solo para centrarse en aquella persona, cuyos ojos azules aparecieron en mi mente tan súbitamente que sentí, por un segundo, que dejaba de respirar.
Abrí los ojos y miré a mi alrededor, sabía que estaba ahí, que estaba cerca, me estaba observando escondido y disfrutaba. Miré al frente pues distinguí una sombra. Él apareció de entre la espesura y me miró fríamente mientras acariciaba las empuñaduras de sus armas.

Descolgué el arco y preparé una flecha, acto que le hizo reír, risa que no me hizo retroceder ni dudar en mi empeño. Aquella vez el resultado sería distinto, aquella vez no sería yo la que saliera corriendo ni a la que vinieran a socorrer. Estaba convencida… necesitaba estarlo para acabar con ese hombre de una vez por todas.
Tensé el arco y le apunté, esperando nuevamente su risa macabra retumbando entre los árboles, su mirada fría y la imagen de sus armas desenvainándose con extremada lentitud. Pero Edharae borró toda sonrisa de su rostro y se perdió entre las sombras.

Cerré los ojos concentrándome de nuevo, sin aflojar la flecha que descansaba entre mis dedos y el arco. Escuché una bandada de aves sobrevolando las copas de los árboles, un ciervo pastando en las cercanías y una corriente de aire en dirección contraria al establecido. Allí.
Giré sobre mis talones y disparé la flecha susurrando unas palabras justo antes de hacerlo. La observé volar con una rapidez exquisita mientras se tornaba de un rojo fuego, ardiendo en el aire. Se clavó en el tronco de un árbol y Edharae apareció a su lado sonriendo irónico.
- Demasiado precipitada – me lanzó un beso.
- Demasiado ingenuo – le respondí y aquella vez fui yo la que sonrió con tanta frialdad que incluso el hombre que más había podido temer en mi vida frunció el ceño extrañado, y solo lo comprendió cuando la flecha que había clavada a su lado estalló imbuida por una magia que él, sin lugar a duda, desconocía.

Su ropa ardió durante unos escasos segundos, tiempo suficiente para recargar y lanzarle de nuevo otra flecha que se clavó en su brazo, y durante las centésimas que tardó en analizar la situación le disparé nuevamente. Fue más rápido en aquella ocasión y se fundió en la oscuridad antes de que le alcanzase, pero aquella no era una flecha común, no ardía ni explotaba, no, aquella flecha presentía a su oponente y no cesaba en su búsqueda hasta que lo encontraba. Flecha buscadora, así la llamaban los míos.

Qué ilusa fui esa noche pensando que estaba todo vencido. Sin duda alguna, qué poco había aprendido de aquel hombre.

Un chasquido a mi espalda y la ventaja se esfumó en un suspiro. Giré sobre mis talones mientras tensaba otra flecha en el arco, pero esa vez un puño se estampó contra mi labio y me tumbó en el suelo haciéndome perder de vista el arco. Otro puño se dirigió hacia mí, lo esquivé rodando en el suelo y me llevé la mano al labio ahora sangrante.

Eso dolía.

Le busqué con la mirada, mas mis ojos no fueron tan rápidos como él. Escuché una rama romperse a mi derecha y al querer reaccionar la empuñadura de una de sus armas me golpeó con violencia en la cara. Fui incapaz de abrir el ojo durante el resto de la pelea.
Busqué a tientas el arco y lo divisé no muy lejos, sin duda en una carrera rápida lo alcanzaría, pero sabía de sobra que Edharae me retendría antes. Aún y así, no podía quedarme allí quieta, desarmada como estaba lo único que me quedaban eran las flechas, de modo que tomé una en la mano, la sujeté con fuerza y me lancé lo más rápido que pude hacia el arco.
Él apareció en mi camino, como si siempre hubiese estado allí, con sus dos espadas desenvainadas y la mirada más furiosa que jamás podría expresar. Sangraba y su brazo izquierdo estaba malherido por las quemaduras… eso alentó mis fuerzas y mi espíritu. Hice un quiebro frente a él, giré sobre mis talones, clavé la flecha en su costado, escuché triunfante su gemido frustrado, sentí una mano que me sujetaba la capa y tiraba de mí, caí al suelo de espaldas y para lo único que tuve tiempo fue para interponer la armadura metálica de mi brazo entre la hoja de su espada y mi cuerpo.

Jamás había sentido tanta presión sobre mí, jamás había notado tanto odio canalizado únicamente hacia una persona. Reventó el metal del brazal que cubría todo mi brazo y cortó mi carne como si de mantequilla se tratase. Rasgó mi piel desde el hombro hasta medio antebrazo y por primera vez en todas las peleas que habíamos tenido, me arrancó un grito. No tuve tiempo para lamentarme pues su otra espada se precipitaba hacia mí con la misma elegancia e igual de mortífera que la anterior. Rodé nuevamente oprimiendo mi brazo mal herido en la tierra, gimiendo dolorida intentando concentrarme.

Me alejé de él lo suficiente como para coger nuevamente el arco. El brazo me dolía pero no era momento de quejarse, no había tendones cortados ni nada que no me permitiese disparar, aun con un dolor extremo.
Edharae gimió de nuevo arrancándose la flecha incrustada en su costado y se encaró hacia mí. Hice acopio de todas mis fuerzas y tensé una flecha en el arco sintiendo la mayor punzada de dolor jamás sentida en mi vida, recorriendo desde mi hombro hasta incluso las puntas de los dedos. Susurré unas palabras, las mismas que en el primer disparo, Edharae se preparó alzando sus espadas y el mundo se volvió oscuro.

- ¡Marchaos! – le escuché gruñir a un interlocutor desconocido.
- Mi señor, “ella” os reclama.

El silencio se apoderó de la atmosfera y yo solo pude mantener la posición aguantando el dolor terrible que sentía. Alguien escupió al suelo.
- Saborea este empate pues no habrá otro. En este mundo no hay lugar para los dos.

La luz de la luna volvió a iluminarme y me golpeó con fuerza en un claro ahora vacío, en dónde la única huella de que Edharae había estado allí era el recuerdo de su figura, que aún gritaba con fuerza en mi memoria.

Un empate, eso había dicho. No era una victoria pero era mucho más que una derrota, después de todo eso eran puntos a mi favor. La guerra en Felbarr acababa de terminarse y yo me había metido de lleno en una nueva, ¿la diferencia? En esta guerra no habrían amigos que compartieran mi carga, no habrían conocidos ni aliados… solo yo… solo Edharae.

Colgué mi arco dejándolo reposar en la espalda, arranqué la capa y envolví mi brazo en ella, intentando por todos los medios dejar de sangran. Recogí la pieza metálica que había sido brazalete y hombrera del suelo y miré nuevamente al espacio vacío donde había estado el sacerdote sharita.
- Solo tú, Edharae… o solo yo.

viernes, 12 de marzo de 2010

Él




EL


Se asomó a la ventana y miró a la calle. Un coche esperaba con el motor y las luces encendidas. La lluvia caía abundante, como si el cielo llorara también su pérdida.

Desde la entrada todos se despedían de ella, la abrazaban y sonreían tristes conscientes de que quizá no volverían a verla nunca. El director había pedido un voluntario para una misión realmente importante, una misión que la llevaría a otras tierras, tan lejos de allí que ni los más locos exploradores podrían llegar.

Pegó la frente al cristal mientras la lluvia se precipitaba a través de él hasta caer al suelo en un grito ahogado. Un grito que su orgullo le prohibía exhalar. Apoyó la mano en la ventana, mirándola, dibujando su contorno mientras la veía hablar por última vez con sus compañeros. Ella sonreía, aunque no era una sonrisa feliz. Aún resonaban en su cabeza las palabras que le había dicho tiempo atrás, y que, la noche anterior, ella le había repetido.

“De entre todos los que somos, ¿por qué tienes que ir tú?”

“Bueno, tú fuiste quién dijo que yo era prescindible…”

Dio la vuelta y se apoyó en la pared golpeándola fuertemente con la cabeza. Ignoró el dolor.

Se miró las manos, unas manos que habían librado infinitas batallas, consciente esa noche más que nunca de todas las veces que había buscado su mirada al acabar cada pelea, al acabar cada día… y ahora estaba allí de pie, junto a una ventana cerrada, desde dónde vería por última vez a la mujer que amaba en silencio desde hacía demasiado tiempo.

Lentamente, se volvió de nuevo mirando a la calle justo en el momento en que ella se metía en el coche y, antes de cerrar, miraba hacia él convirtiendo su sonrisa en un gesto dolorosamente triste. La luz de la luna iluminó el momento y para ambos pareció que el tiempo se detenía, aunque solo fuera una segundo, para mantener viva aquella triste despedida en sus memorias.

Sintió que dejaba de respirar cuando escuchó el frío sonido de la puerta al cerrarse. Sintió ahogarse en toda aquella lluvia que caía aquella noche.

Corrió escaleras abajo en un loco intento de alcanzarla, de estrecharla entre sus brazos y pedirle, suplicarle, que se quedara con él.

Empujó a todo aquel que se puso en su camino y abrió estrepitosamente los portones de la casa, saliendo al exterior, parándose en seco mientras miraba el lugar vacío donde, segundos antes, había estado ella.

Desvió la mirada hasta el fondo de la calle y solo pudo ver dos pequeñas luces que se perdían en la oscuridad de la noche, mientras la lluvia le empapaba y le golpeaba con dulzura. Unas luces que acabaron desapareciendo y dejándole a oscuras en mitad de la calle, mientras la luz de la luna también se desvanecía, consciente de lo miserable que se sentía él…

Se quedó allí, mirando la oscuridad… esperando.

Seguiremos soñando

Seguiremos soñando

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